En las universidades debería existir una cátedra de metafísica. La metafísica resume la sabiduría de los siglos, esta antigua sabiduría fue enseñada a lo largo del tiempo en la India, Egipto y en Grecia. Poseemos la facultad de poder elegir nuestros propios pensamientos.
Durante milenios, el hombre cultivó pensamientos erróneos que, poco a poco, fueron invadiendo su espíritu. Nuestra felicidad y nuestro éxito dependen de vigilar nuestros pensamientos.
Podemos aprender a dominar nuestros pensamientos a través de la constancia y la determinación. Elijamos una afirmación y repitámosla continuamente cuando nuestros pensamientos se hallan enfrentados.
Aunque no siempre nos resulte posible controlar nuestros pensamientos, sí podemos vigilar nuestras palabras: una afirmación repetida sin cesar acaba influenciando el inconsciente y a partir de ese momento, somos capaces de manejar mejor las situaciones que se nos presentan en esta vida.
Hace falta determinación y atención para vigilar nuestras palabras y nuestros pensamientos, pues todo aquello que nos recuerde al miedo, al fracaso, a la ira o a la malevolencia deberá ser desterrado y desaparecer.
Afirma: toda planta que no haya sido sembrada por mi Padre que está en los Cielos, deberá ser extirpada. Esta afirmación hace que ante nosotros aparezca la imagen de alguien arrancando las malas hierbas del jardín. Estas malas hierbas son apartadas del resto y al verse privadas de la tierra que las alimentaba, terminan secándose.
Alimentamos nuestros pensamientos negativos al prestarles atención. Debemos aplicarles la ley de la indiferencia y negarnos a demostrarles cualquier tipo de interés. Las ideas divinas fluirán en nuestra conciencia, mientras que las erróneas se disiparán. A partir de ese momento solo desearemos lo que haya dispuesto Dios para nosotros. Dejemos en manos del Divino Arquitecto los planos de nuestra vida.