Un estudio en monos sugiere que un análisis de sangre podría ayudar a predecir la eficacia las vacunas contra el coronavirus y quizás acelerar los ensayos clínicos necesarios para el desarrollo de una vacuna que funcione en millones de personas a nivel mundial.
La investigación, publicada el viernes 4 de diciembre en la revista científica Nature, revela marcadores sanguíneos reveladores que predicen si el sistema inmunológico de un mono Rhesus está preparado para eliminar los COVID-19 entrantes.
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El hallazgo aumenta la esperanza de que los investigadores puedan buscar los mismos marcadores en los voluntarios que reciben las vacunas durante los ensayos clínicos.
El Dr. Dan Barouch, experto en vacunas del Beth Israel Deaconess Medical Center en Boston y uno de los investigadores detrás del nuevo estudio comentó sobre el estudio:
“Allanará el camino para un avance mucho más rápido en el campo de la vacuna COVID”, indicó el doctor Dan Barouch, experto en vacunas del Beth Israel Deaconess Medical Center en Boston y uno de los científicos detrás del nuevo estudio.
El mes pasado trajo la sorprendente noticia de que los ensayos clínicos de dos nuevas vacunas contra el coronavirus, una de Moderna y la otra de Pfizer y BioNTech, mostraron un 95% de efectividad aproximadamente. Estas no tendrían que compararse con estos laboratorios, sino que serían testeadas en lo que se conoce como “correlato de protección”.
El doctor Nelson Michael, director del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas del Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed, indicó que esto acortaría los plazos de prueba. “Este es el santo grial de la investigación de vacunas”, indicó el médico.
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En el caso del estudio en los monos Rhesus, se comprobó este “correlato de protección”, ya que una vez que los primates se recuperaron del coronavirus, pueden resistir una segunda infección. Los investigadores extrajeron sangre de estos animales expuestos y aislaron una serie de anticuerpos protectores llamados IgG.
Los científicos se propusieron ver si había un nivel de IgG que protegiera de manera confiable a los monos del COVID-19. Si los anticuerpos IgG producidos por las vacunas estuvieran por encima de ese nivel, las vacunas podrían considerarse efectivas.