Sandy Dorador dice que viendo a sus hermanos decidió darle a la pelota: "A los 17 años me escapaba para jugar fútbol"

Sandy Dorador hoy pertenece a Alianza. Antes estuvo en Cristal y la selección. Ha recibido insultos, pero no piensa dejar su deporte favorito.

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Nicole Vásquez 

Sandy Dorador es madre de familia, pero también una excelente jugadora de fútbol. Desde chica no la tuvo fácil, pero ella solo quería jugar al Deporte Rey y, pese a los insultos y a las adversidades, lo consiguió.

Hoy, a sus 30 años, lo sigue haciendo con alegría y muchas ganas con la camiseta de Alianza Lima. Nada más espera que pase la pandemia y el fútbol femenino siga creciendo y nadie lo mire de reojo.

En esta nota, la delantera, que también militó en Cristal, JC y la selección, nos cuenta un poco más sobre ella.

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¿Costó mucho llegar a donde estás ahora?

Ha ido complicado y muy sacrificado. Sé que no soy tan grande en el fútbol femenino, pero me siento feliz de que niñas se me acerquen a pedirme consejos o me sigan en mis redes y me reconozcan.

¿Qué fue lo más complicado?

Muchas cosas, los insultos, los malos tratos. Tuve a mi hijo muy chica y muchas veces tuve que dejarlo por el fútbol, cuando viajaba con la selección o teníamos torneos internacionales. Yo soy de una familia muy humilde y a veces iba a entrenar sin desayuno, pero todo eso me sirvió, porque me di cuenta de que nada iba a llegar fácil.

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De todo un poco

¿Qué fue lo más feo que te dijeron?

Me gritaban machona, decían que era lesbiana porque jugaba al fútbol, pero eso me hizo fuerte, tenía el apoyo de mi mamá y mis vecinos, que hasta para el pasaje me daban.

¿Desde qué edad te enamoraste del fútbol?

Desde chiquita veía a mis hermanos jugar en las pistas, pero más o menos desde los 7, yo me di cuenta que quería jugar igual. Incluso a veces me escapaba cerca porque ellos no me dejaban, aun así jugaba, y bueno, si se puede decir profesionalmente -porque el fútbol femenino no es profesional- empecé a los 13. 

Pero no te podías dedicar solo al fútbol. ¿Qué más hacías?

Yo he hecho de todo. Mi primer trabajo fue en una empresa de chocolates. Caminaba todo el día tratando de venderlos, tenía 19 años y una amiga me dijo si quería vender, y ahí me di cuenta de que hacer eso también es lo mío. También trabajé en la ferretería de un amigo en las Malvinas. Él fue quien me llevó a una “estafa” -así le decimos a los campeonatos de barrio- y vieron que jugaba bien y me jalaron para Sedapal. Terminé trabajando ahí solo para jugar los campeonatos.

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¿Qué le falta al fútbol femenino para seguir creciendo?

Apoyo, no solo económico, porque jugamos por 500 soles que muchas veces no alcanza para nada. Se necesita gente capacitada, más canchas de juego. Igual siento que hemos avanzado, pero la gente a veces no sabe por todo lo que pasamos. Muchas chicas estudian, trabajan y por las noches entrenan, es duro, pero ahí seguimos, porque es lo que nos gusta. 

Las comparaciones son odiosas, pero hay una brecha muy amplia con el fútbol masculino.

Sí, pero creo que eso se romperá desde la cabeza. Espero que la Federación nos siga apoyando.

¿Se le debería perdonar indisciplinas a los jugadores profesionales o a los deportistas?

No, en general yo creo que no. Todo viene desde casa y ¿cómo era antes? Si te portabas mal, caía golpe (ríe). Yo creo que sí hay que castigar de una a los indisciplinados.

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¿Se debe hacer prevalecer el talento a la disciplina, entonces?

No. Ya hemos visto muchos casos en los que porque son buenos se les perdona todo, pero la disciplina debe estar presente en todos los aspectos de nuestras vidas.

¿Cuánto frenó la pandemia el crecimiento del fútbol femenino en Perú?

Bastante. Este año iba a ser un torneo bonito, luego del impulso tras los Panamericanos. Teníamos el apoyo de los hinchas, de las empresas privadas, pero bueno, esperemos que el próximo año esto se pueda dar.

Alianza corazón

¿Qué es lo mejor que te deja el fútbol?

Mi amiga. Mi hermana Fabiola Herrera. Nosotras hemos jugado siempre juntas, lo único que faltó es que me lleve a Colombia a jugar con ella (ríe). Nosotras somos muy amigas y teníamos el sueño de retirarnos juntas. Cuando yo llegué a Alianza, ella también quería venir, pero por temas de representantes decidió firmar por la “U”.

¿Jugar en Alianza es un sueño?

Sí, definitivamente, toda mi vida esperé por esta oportunidad. Mi cuñado me llevaba a cantar a Sur y a mí me encantaba. Yo soy hincha de Alianza y jugar por la camiseta de la cual soy hincha es lo mejor. Ahora espero poder jugar en el campo principal del estadio de Matute alguna vez.

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