
Aunque muchas veces se tilda como un hábito frívolo o dañino, el chisme esconde una función mucho más profunda de lo que parece. Desde la prehistoria hasta el feed de Instagram, hablar sobre los demás ha sido clave para formar alianzas, sobrevivir en comunidad y entender las reglas no escritas que rigen cualquier grupo humano.

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Según la antropóloga Nicole Hagen Hess, el chisme está presente en toda cultura humana. No hace falta que la persona de la que se habla esté ausente ni que haya malas intenciones; basta con compartir información socialmente relevante. Para Hess, estas conversaciones ayudan a construir confianza, advertir sobre peligros o identificar aliados.
Incluso puede convertirse en una red de protección, especialmente para grupos vulnerables. Por ejemplo, algunas mujeres comparten experiencias negativas sobre citas o relaciones para alertar a sus amigas. En ese contexto, el chisme no solo es útil, sino vital.
Para el reconocido antropólogo británico Robin Dunbar, el chisme cumple un rol similar al acicalamiento entre los primates. Así como los monos se limpian entre sí para crear lazos, nosotros compartimos historias para afirmar vínculos, definir jerarquías y protegernos como grupo.
Un estudio de la Universidad de Dartmouth reveló que quienes chismean juntos, colaboran mejor. La información circula, se construye sentido de comunidad y se fortalece la cohesión del grupo.
El psicólogo Frank McAndrew asegura que nuestros antepasados necesitaban saber quién tenía poder, quién traicionaba o quién rompía las reglas. Esa habilidad para detectar movimientos sociales aumentaba las probabilidades de sobrevivir y prosperar. En otras palabras, descendemos de los mejores chismosos.
Hoy, esa misma curiosidad se traduce en nuestra atracción por la vida de influencers, figuras públicas y celebridades. Aunque no los conozcamos, nuestros cerebros reconocen el valor de esa información para generar conexión social, incluso con extraños.
Un estudio liderado por la psicóloga Megan Robbins, de la Universidad de California, determinó que dedicamos en promedio 52 minutos diarios al chisme, y la mayoría de esos comentarios son neutros. Solo un 15% contiene una carga negativa. El resto se enfoca en compartir datos de interés, como "Fulano cambió de trabajo" o "Mengana se va de viaje".
Ese tipo de diálogo ayuda a conocer los códigos del entorno, formar lazos y evitar errores sociales. Como dice Robbins, "hablar de otros nos permite descubrir más sobre los demás y también sobre nosotros mismos".
El mito de que el chisme es cosa de mujeres o de personas con bajo nivel educativo ha sido desacreditado por la evidencia. Todos, sin excepción, participan de este intercambio. Desde adultos mayores que monitorean a sus vecinos hasta ejecutivos en una reunión de café, el cotilleo forma parte del tejido humano.
La socióloga Stacy Torres lo comprobó en un estudio sobre adultos mayores en Nueva York: el chisme actúa como un termómetro emocional y comunitario, ayudando a evitar la soledad y mantener redes de apoyo.

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Claro, el chisme también tiene su lado oscuro. Una reputación destruida por rumores falsos puede costar empleos, relaciones o salud mental. Sin embargo, según los expertos, este mecanismo también sirve como control social: saber que pueden hablar mal de ti, disuade a muchos de romper las reglas o aprovecharse del grupo.
Como concluye McAndrew, los chismes pueden actuar como freno moral. Si bien pueden dañar, también vigilan el comportamiento ajeno y fortalecen normas colectivas.
Para la escritora y podcaster Kelsey McKinney, el chisme es más que información: es la narrativa cotidiana que nos conecta. "Muchas de nuestras conversaciones se basan en historias sobre los demás", afirma. Y, en ese sentido, chismear puede ser tan esencial como comer o dormir.
No se trata solo de entretenimiento. Es parte de cómo entendemos el mundo, cómo nos cuidamos y cómo pertenecemos.
Redactora en la sección de actualidad y mundo del diario El Popular. Bachiller en Periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Meza, con sólida experiencia en redacción web y creación de contenido digital. Apasionada por los medios, las redes sociales y la locución, especializada en la cobertura de noticias del espectáculo, actualidad nacional e internacional.