En la década de los 70 y 80, circulaban por las calles de Lima, los famosos buses amarillos de Ikarus, que cumplía la misma función que el Metropolitano, transportar al pueblo limeño a diversas partes de la capital, pero lamentablemente desaparecieron por una crisis social que marcó la vida de los peruanos.
Esta famosa marca de aquel entonces, recorrían la Vía Expresa, para finales de los años 80 comenzaron a expandirse hacia las otros lugares de la capital y comenzaron a circular por diversas grandes avenidas como Javier Prado, Alfonso Ugarte, la Panamericana Norte, entre otras. Sin embargo, a principios de los años 90, la empresa Enatru –compañía a la que pertenecía estos vehículos– empezó a tener serios problemas que terminaron generando su total desaparición.
Todo surgió con la creación de la Vía Expresa, el cual fue construido pensando en la colocación del Metro de Lima, pero como este proyecto no se realizó, el exalcalde de Lima Eduardo ‘Chachi’ Dibós decidió aprovechar los espacios para que sus 60 cuadras fueran recorridas por unos buses articulados contratados de Hungría.
Así, en el año 1975 y con un total de 50 buses en forma de acordeón, los Ikarus iniciaron su recorrido por el conocido "Zanjón". Ya para 1988, la empresa había crecido tanto que contaba con unas 52 rutas en la capital y cerca de 1.000 unidades de transporte, de los cuales, 500 de ellos se dirigían hacia las nuevas zonas de Lima: “los conos”.
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Su gran apogeo fueron en los inicios de los años 90, ya que la empresa ya contaba con 1200 buses de las marcas Volvo, Mercedes Benz e Hinos. Estos últimos fueron llegaron a la capital en 1989 mediante una donación japonesa.
De acuerdo con el historiador Miguel Marticorena, en un artículo publicado en el diario El Comercio, la desaparición de los buses Ikarus se debió a múltiples factores, una de ellas fue el terrorismo.
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Según cuenta, durante la época más siniestra del terrorismo, esta empresa de transporte no detenía sus servicios y a causa de eso, Sendero Luminoso, en venganza, prendieron fuego a varias unidades, se estima que en total quemaron alrededor de 100 vehículos.
Otra de las razones y la que más influyó, según comenta el historiador, fue la alta carga laboral con la que contaba la empresa de buses. Ante este panorama, y con más de 4.000 trabajadores que no podían mantener, en 1992 se decidió dar paso a la privatización y entregar los buses como parte de pago a los trabajadores.
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