Conseguir que el niño duerma solo en su habitación no siempre es fácil. Muchas veces por el hábito que adquieren de dormir con sus padres desde pequeños, hacen que la rutina sea más complicada.
Es más, según Mary Castro, psicóloga de la clínica Ricardo Palma, cada pequeño tiene su tiempo y forma de hacerlo, la clave es ser perseverantes.
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“Hay niños más independientes o maduros; otros necesitan aún la supervisión de los padres. Hay que tener paciencia”, explica.
Otra de las causas por las que no quieren dormir solos es por miedo a la oscuridad o porque la madre no quiere separarse de su hijo.
No basta con pedirle que vaya a su habitación, se puede motivar al niño explicándole que durmiendo en su cuarto tendrá más espacio.
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“Se puede arreglar la habitación al gusto del menor, realizar actividades en su cuarto, incluso establecer hábitos como leer cuentos”, aconseja Castro.
Se le puede dejar, también, una luz tenue en su habitación y, claro, mantener la costumbre de acostarlo a la misma hora.
Hay factores patológicos que afectarán al menor si continúa durmiendo con sus padres. El primer problema se presentará en su personalidad, pues el niño o niña establecerá dependencia afectiva con sus padres y con otras personas. Con el tiempo esta dependencia se hará más fuerte. Esto generará, también, inseguridad en el niño porque sentirá la necesidad de estar al costado de alguien para poder avanzar. No se sentirá un ser completo ni individual, lo que ocasionará en un futuro que no pueda resolver sus propios problemas. Por ejemplo, en la etapa escolar puede ser víctima de bullying. Por ello, enséñale desde ahora.
Al ayudar a dormir a los hijos solos hay que seguir siempre la misma rutina, en la que se puede incluir un beso o desearle buenas noches. Siempre ha de hacerse algo que esté a nuestra disposición y sea breve.
Eso sí, no puede exceder lo imprescindible, como por ejemplo, cogerlos en brazos para que se duerman, acostarse con ellos a dormir, etcétera.
Es más, tampoco se les debe hacer dormir con el televisor prendido, levantarlos para arrullarlos o pasarlos a su cama a la medianoche.
Menos aún ayudarlo en cosas que puede hacer él mismo como ir al baño solo o levantarse a beber agua. Atender estas demandas implica que el niño obtiene la atención del adulto y puede aplazar el momento de dormir.
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