
La NASA ha confirmado lo que muchos astrónomos venían sospechando: el agujero negro supermasivo en el corazón de nuestra galaxia, conocido como Sagitario A*, volverá a activarse. Aunque el evento no ocurrirá de inmediato, los científicos advierten que su “despertar” transformará radicalmente el centro de la Vía Láctea.
Este coloso cósmico, cuya masa equivale a cuatro millones de soles, ha permanecido en calma durante miles de años. Sin embargo, según proyecciones astronómicas, entrará en una fase de intensa actividad cuando la Vía Láctea colisione con la Gran Nube de Magallanes, una galaxia vecina situada a unos 200.000 años luz de distancia.
El fenómeno ocurrirá dentro de aproximadamente 2.000 millones de años, pero sus efectos revelarán cómo los agujeros negros moldean la evolución de las galaxias y del universo mismo.
La NASA describe así a nuestro monstruo cósmico más cercano:
«Sagitario A* se encuentra a más de 25.000 años luz de la Tierra y es nuestro agujero negro supermasivo más cercano, con una masa estimada de millones de veces la de nuestro Sol».
Según el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), su comportamiento actual es “tranquilo”, ya que «su emisión es más débil y su capacidad para convertir materia en energía es hasta cientos de veces menor que en otros agujeros negros más masivos».
Aun así, los astrónomos advierten que cuando despierte, Sagitario A* devorará enormes cantidades de gas y polvo interestelar, generando un disco de acreción a temperaturas de millones de grados. Esa reacción provocará una emisión masiva de radiación, que incluirá rayos X, ultravioleta e infrarrojo, una verdadera tormenta cósmica.

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El “despertar” de Sagitario A* está directamente relacionado con el choque cósmico entre la Vía Láctea y la Gran Nube de Magallanes (LMC).
Cuando esta galaxia enana sea absorbida, su enorme masa canalizará gas hacia el centro galáctico, alimentando al agujero negro y reactivándolo como un núcleo galáctico activo (AGN).
El profesor Carlos Frenk, de la Universidad de Durham, explicó que «el AGN galáctico desencadenado por la fusión con la LMC no será lo suficientemente potente para suponer un peligro grave para la vida terrestre».
Aun así, el espectáculo será descomunal, ya que la radiación se extenderá miles de años luz y remodelará el entorno de la galaxia.
A pesar del tono alarmante del hallazgo, los expertos aclaran que la Tierra no corre peligro directo.
El astrofísico Joseph Michail, del Centro de Astrofísica de Harvard y Smithsonian, lo resume así:
«26.000 años luz pueden no parecer una gran distancia en términos astronómicos, pero es sustancial».
Incluso si Sagitario A* se tornara más activo, nuestra atmósfera, el campo magnético terrestre y el propio disco de gas galáctico absorberían gran parte de la radiación. En otras palabras, seremos testigos lejanos de un fenómeno colosal, no víctimas de él.
El Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha ayudado a los científicos a estudiar galaxias como The Sparkler, situada a 9.000 millones de años luz, que muestra cómo podría haber lucido la Vía Láctea en su juventud.
El astrónomo Aaron Romanowsky señaló:
«El origen de los cúmulos globulares es un viejo misterio, y nos entusiasma que JWST pueda mirar atrás en el tiempo para verlos en su juventud».
Estos estudios confirman que la actividad de los agujeros negros supermasivos está estrechamente ligada a la formación estelar y a la evolución de las galaxias. Como resumió el profesor Frenk: «Hay algo en la forma en que crecen las galaxias que está controlado por el crecimiento del agujero negro en su centro».
Periodista especializada en actualidad y tendencias. Bachiller en Periodismo en la Universidad Jaime Bausate y Meza. Redactora en Popular. Interesada en temas relacionados con actualidad nacional e internacional, virales en tendencia y más.