Antonio Sarmiento Anticona (Chimbote, 1966), destacado poeta y crítico literario, reunió seis de sus primeros libros en Tiempo tatuado en la piel (2015), cerrando un ciclo de creación e iniciando otro con la trilogía conformada por La colina interior (2016), Sin piloto automático (2018) y Tierras que demoran al sur (2021), que explora espacios geográficos, físicos y espirituales de nuestro acervo, que dan origen a la designación del nombre del Perú, según el historiador Raúl Porras Barrenechea.
"En piel de la literatura peruana", que es la parte inicial del libro de Sarmiento, el mundo nuestro de las letras comienza a sistematizarse e hilvanarse fino en la memoria colectiva con la palabra escrita antes dicha en su oralidad fulgurante que se sostiene en la línea del tiempo por sí sola hasta consolidarse sus rasgos más característicos en el entretejido no de una, sino de muchas literaturas, como es la nuestra.
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Aquí en esta segunda estancia "Fuegos corales de literatura penúltima" o estadio esplendoroso surcando su río de símbolos, "El sol de la poesía alumbra" con su rayo poderoso forjando ora a hierro, ora verso a verso nuestra identidad, las sombras bienhechoras del Inca Garcilaso, Melgar, Salaverry, Oquendo de Amat, Martín Adán, Eguren, Vallejo, Arguedas, Juan Ojeda, Heraud, María Emilia, Verástegui y más.
En "Metáforas al margen o fabulario de piedras", sección tercera, en medio del espanto por la pandemia rompe fuegos por el Bicentenario patrio contra el canto del cisne y la delicada rosa para ofrendarnos desde las alturas nacionales como un reloj de piedra, su Tríptico de la patria, en el que "Origen, naturaleza, identidad, historia, exilio, soledad, son ejes centrales que se movilizan en sostenido canto coral de palabras".
Su "Silabario de la soledad", síntesis de síntesis y parte cuarta y final del poemario, con su noche llameante de dolores punzantes nos trae consigo, en breves poemas en prosa y su maleta de cosas esenciales, en palabras del autor "el arribo a una estación espiritual"; vuelta germinal al silencio y la soledad que es, a fin de cuentas, el principio y fin de todas las cosas que nos rodean como fina niebla en invierno.
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II
El nombre del Perú
Mi país no tiene nombre
el nombre del Perú es un seudónimo,
un apelativo, una máscara que oculta
tras el fuego su verdadero rostro
que lleva en el nombre del Perú,
y que al decirlo y repetirlo tantas veces
se transfigura en aire y como el aire decimos
nos pertenece a todos y olvidamos por eso
que existe y dejamos que el hierro oscurezca
y la noche anticipe a la materia y nazca
el agua de los ojos sin saber que
se descuelga un manantial helado
de tu boca, acuñando destierros y
óxido en los pulmones, y tantas cosas más
nacidas de una ardiente montaña
donde se deshiela mi patria, la que
amo en conspiración con la sangre
que baja y sube, de grada a grada,
de precipicio a precipicio, escalando
por los huesos de mi padre, hasta
llegar a la indómita piedra, cuyo
origen se arquea en mi pubis. Eso
lo sabemos pero no lo atestiguamos,
ni lo palpamos en su nombre, ni
al calor del metal, y mucho menos
santificamos su ira, porque el Perú
está hecho del fuego de las cosas
del agua de las cosas del fondo del aire.
¿Cuál es el nombre de mi país?
¿Tiene nombre mi país?
(A. S. A.)