La Copa África concluyó con la victoria de Senegal, que después de casi un mes de competición se llevó el título tras ganar en la final a Egipto en la tanda de penales.
A lo largo de todo ese tiempo, se sucedieron multitud de imágenes que pasarán a la historia. La avalancha que dejó ocho muertos, la botella del portero Gasbaski, los goles de Vincent Aboubacar y de Achraf Hakimi, la polémica Queiroz-Eto'o, el buen papel de Guinea Ecuatorial y la alegría y el llanto de Mané y Salah, fueron los siete momentos más llamativos del torneo.
Fue la peor imagen del torneo. También la más triste, porque ocho personas fallecieron antes del inicio del encuentro que disputaron Camerún y Comoras. Una multitud de seguidores cameruneses se congregó alrededor del estadio Paul Biya en Olembe para acceder al recinto y ver el partido de su selección.
Faltaban 45 minutos para el inicio del choque y, los aficionados, sin entrada, empujaron una de las barreras para acceder al estadio. En ese momento, se produjo una avalancha que acabó con la vida de ocho personas -entre ellos un niño- y dejó decenas de heridos. Al final, el encuentro se disputó, pero la victoria de Camerún 2-1 y su pase a cuartos de final quedó ensombrecida por una tragedia.
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Además de Mohamed Salah, en Egipto otro hombre acaparó los focos de su selección. Fue su portero Mohamed Abou Gabal "Gabaski", que se erigió como el héroe de "Los Faraones" en dos partidos.
Apareció en octavos durante el choque frente a Costa de Marfil por la lesión de Mohamed El Shenawy y en apenas un rato salvó a su equipo en la prórroga con un paradón a Ibrahim Sangaré y después en la tanda de penaltis detuvo uno decisivo a Eric Bailly.
Ya en semifinales, volvió a repetir actuación y, de nuevo, tuvo que lidiar con una tanda de penaltis frente a Camerún. En esta ocasión, ofreció una imagen curiosa. Antes de cada lanzamiento de sus compañeros, miraba concentrado al suelo arrodillado. Parecía estar rezando. Nada más lejos de la realidad. Miraba una botella con papeles pegados que indicaban hacía dónde disparaba cada rival.
La chuleta hizo efecto y detuvo un par de intentos a Harold Moukoudi y James Lea Siliki. Gracias a la botella y a su pericia, Egipto paso a la final, en la que Gabaski paró un penalti a Sadio Mané durante el encuentro y en la tanda decisiva otro a Sarr con el truco de la botella. Pero no fue suficiente, porque Egipto falló más y perdió el título.
A sus 30 años, Vicent Aboubakar acudió a la Copa África sin mucho cartel. Sobre todo, por militar en el Al-Nassr de Arabia Saudí, donde tampoco tuvo una participación excelsa este curso con seis goles en 18 partidos. Sin embargo, con Camerún, Aboubakar vivió durante la competición un renacimiento inesperado.
Marcó dos tantos a Burkina Faso y a Etiopía, uno a Cabo Verde, otro a Comoras y dos en el encuentro por el tercer y cuarto puesto a Burkina Faso. En total, acumuló ocho dianas, se convirtió en el máximo goleador de la Copa África y estuvo a un paso de un récord histórico.
Igualó los ocho tantos que marcó en una misma edición el marfileño Laurent Pokou (1970) y se quedó a uno de los nueve que marcó en 1974 el zaireño Ndaye Mulamba.
En la Copa África, también hubo juego desde las salas de prensa y los micrófonos de los medios de comunicación. Entre todas las declaraciones de los protagonistas, hubo dos que generaron polémica por sus palabras y por su enganchón: el presidente de la Asociación de Fútbol de Camerún, Samuel Eto'o y el entrenador de Egipto, Carlos Queiroz. Antes de las semifinales que disputaron ambas selecciones. Eto'o instó a sus jugadores a tratar el partido como si fueran a una guerra.
Después, Queiroz contestó: "Es un enfoque muy desafortunado. Creo que se olvidó que unos cameruneses murieron hace unos días en un estadio. Hacer una declaración así en la previa de un partido... no creo que aprendiera nada cuando estaba en el fútbol profesional. El fútbol no es una guerra, es celebración y alegría".
Sobre el césped, Egipto eliminó a Camerún en la tanda de penaltis y Queiroz ganó su batalla y pegó un puñetazo encima de la mesa con un éxito después de acabar mal con la selección de Colombia.
Guinea Ecuatorial hizo historia en la Copa África. Llegó a la cita como uno de los equipos con menor peso en el continente y salió del torneo fortalecido después de conseguir un hito en su vida deportiva. Alcanzó los cuartos de final, ronda en la que fue eliminado por Senegal (3-1) después de quedar segundo en el Grupo F y de vencer a Mali en octavos de final.
Por eso, sus aficionados dieron un recibimiento espectacular a sus jugadores que, cuando aterrizaron en su país, vieron su avión rodeado por unos hinchas emocionados con la actuación de su selección.
La gesta de Guinea Ecuatorial mereció un festejo por todo lo alto. El ganador moral sonrió después de una eliminación esperada.
Aunque Marruecos no pasó de los cuartos de final frenado por Egipto en la prórroga, uno de sus jugadores, Achraf Hakimi, fue de los mejores del torneo. El lateral derecho del París Saint-Germain firmó grandes actuaciones a lo largo de los cinco partidos en los que participó.
Sus acciones no pasaron desapercibidas y, además, coincidieron con un momento en el que su exequipo, el Real Madrid, demandaba un lateral derecho por la lesión de Dani Carvajal.
Y es que, Achraf, no sólo jugó bien. También se dedicó a meter golazos. En concreto, dos. El primero, en la fase de grupos a Gabón; el segundo, en octavos a Malaui. Los dos, de falta, casi clavados. Desde lejos, en una zona más para zurdos que para diestros como él, lanzó un par de zambombazos imparables que hicieron las delicias de cualquier aficionado al fútbol.
La final, Senegal-Egipto, dejó un enfrentamiento para la historia entre dos compañeros del Liverpool que se vieron las caras sobre el césped del Stade d'Olembé de Yaundé. Sadio Mané y Mohamed Salah buscaron el trono de África en un partido que acabó con risas y alegría para el primero y en llanto para el segundo después de 120 minutos sin goles y con un final trágico desde el punto de penalti.
Mané, que falló una pena máxima durante el partido, acertó en el decisivo de la tanda, el que dio el título a una selección que lo rozó con los dedos de la mano en varias ocasiones. Su reacción fue inmediata. Corrió desbocado, se tiró al suelo, fue aplastado por sus eufóricos compañeros y celebró un título histórico.
En el otro lado, Salah, agotado después de cuatro prórrogas, acabó envuelto en lágrimas después de acariciar la Copa África. Ambos, protagonizaron la imagen del contraste, la del ganador y la del perdedor.
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