"Hay una clara intención de boicotear la voluntad popular", decía Keiko Fujimori, entonces candidata presidencial por Fuerza Popular y quien, en un acto de aparente desesperación, iniciaba así su campaña demoledora de intentar anular el proceso electoral de la segunda vuelta, llevada a cabo el pasado 6 de junio, a fin de que su contendor, el cajamarquino Pedro Castillo, no llegue a Palacio de Gobierno.
Solo le bastaron 24 horas para ello. En una conferencia de prensa, la hija del exdictador Alberto Fujimori reapareció junto a Patricia Juárez, hoy congresista de su partido, y Luis Galarreta, secretario general de Fuerza Popular, antes acérrimo enemigo del fujimorismo. En dicho pronunciamiento, aseguró que no aceptaría, por tercera vez, su derrota en las urnas.
"Ha habido una estrategia por parte de Perú Libre, para dilatar, distorsionar los resultados que reflejen la voluntad popular y me estoy refiriendo al proceso de impugnaciones de actas, donde la mayoría de estas impugnaciones, sobre todo, tratan de evitar que las actas que tienen mayor votación para Fuerza Popular no sean contabilizadas", comenzó diciendo Fujimori.
Para generar una aceptación en su denuncia la prensa jugó un papel fundamental. Durante semanas, varios programas periodísticos, especialmente los auspiciados por el grupo El Comercio, le dieron cabida al supuesto fraude que había sido comandado, según Fuerza Popular, por el partido o la cúpula -como ellos le decían- de Perú Libre, la cual fue fundado por el exgobernador de Junín, Vladimir Cerrón, de quien pesa una sentencia por corrupción de funcionarios.
Pero ¿Qué pruebas tenían? Ninguna. En los casi dos meses de intensa campaña, el staff de abogados defensores del fujimorismo, presuntamente financiados por poderosos grupos económicos, anunciaron supuestas suplantaciones de personas que, según sus argumentos, habían sido reemplazados por otros desconocidos para emitir un voto a favor de Pedro Castillo. Sin embargo, todos salieron ante la prensa a desmentirlo, todos.
Este movimiento resultó ser el primero de algunos más, ya que, al ver que sus primeros intentos de evitar la derrota, apeló a buscar el aplazamiento de la proclamación de quien ya le había vencido, según el conteo al 100 % de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE). Para ello, inició otra campaña: la del desprestigio de las autoridades electorales.
Ya teniendo una acogida importante de los medios de comunicación, Keiko y su partido, apoyado por el fanatismo desmesurado de algunos grupos de ultraderecha, como La Resistencia, empezaron a hostigar Jorge Luis Salas Arenas, presidente del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y a Piero Corvetto Salinas, titular de la ONPE, quienes fueron acusados de "conspirar" contra el partido naranja, al no permitir que las actas de votación sean vistas, pese a que el código electoral los avalaba.
Para algunos especialistas, el objetivo de Fujimori solo fue para, más adelante, deslegitimar el gobierno de quien ahora es el presidente de la República, algo que ya viene sucediendo.
"Intentó alargar lo máximo la proclamación de Pedro Castillo porque su intención desde el principio siempre fue deslegitimar el gobierno. Ella siempre supo que había perdido, nunca presentó ninguna evidencia del supuesto fraude pero sembró dudas. Nos tuvo casi dos meses con lo mismo. Sabía que iba a perder; sin embargo, sembró la duda", comentó para El Popular el analista político Héctor Ampuero.
¿Contra quién se enfrentó Keiko Fujimori? José Pedro Castillo Terrones, un docente de origen cajamarquino y quien lideró la huelga magisterial en el año 2017, fue el elegido por Vladimir Cerrón para que represente su agrupación en la contienda electoral.
Pese a que desde el inicio de la campaña para la primera vuelta estaba siendo relacionado con personajes ligados al Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), para muchos, un reflejo de la agrupación terrorista Sendero Luminoso, Castillo llegó a segunda vuelta. Al competir con la hija del exdictador, no solo se enfrentó a una campaña de demolición por su trayectoria política, sino también por sus rasgos andinos y su escasa especialidad en la oratoria.
Al representar a la izquierda, Castillo también se enfrentó al famoso "terruqueo", la cual sirvió de mucho en quienes simpatizan con una ideología de derecha y ultraderecha para desprestigiarlo. Esto ocurrió no solo antes de la campaña, sino también después de ya conocerse los resultados.
“Terruquitos, terruquitos, no se escondan, no se escondan, quiero verlos, quiero verlos, en la fosa, en la fosa”, cantaron de manera amenazantes algunos fanáticos, quienes, durante algunas marchas, derramaban racismo al identificar a los sectores populares, andinos y rurales como terroristas.
“Hay que tener en cuenta que el triunfo de Castillo, es un triunfo plebeyo, popular provinciano, serrano. Es decir de las regiones que aquí se llaman sierra, que es parte andina. Allí han votado masivamente por Castillo y también debe ser entendido como un voto contra Lima, donde Keiko Fujimori más del 60%”, señaló el sociólogo Alberto Adrianzén al portal Radio Francia Internacional.
Finalmente, tras haber ganado en el conteo oficial de la ONPE con un 50.2 % frente al 49.87 % a Keiko Fujimori y al culminar todos los intentos de aplazamiento, donde hasta el exasesor presidencial Vladimiro Montesinos intentó "meter la mano" al planear un soborno a los jurados del JNE, Pedro Castillo fue proclamado como nuevo presidente de la República, quedando así un claro mensaje de que el país pide "a gritos" un cambio.
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