Escrito por Edgar Rivadeneyray, Danitza Luján y Madeley Lozano.
¿Qué queda después de la muerte? ¿Llanto, recuerdos, duelo, nostalgia? La muerte existe y desaparece familias enteras, o parte de ellas. El coronavirus ha dejado el vacío en miles de peruanos y por si fuera poco, la preocupación de encontrar un lugar para enterrar a los seres queridos.
Los camposantos limeños empezaron a colapsar a causa del aumento de fallecidos por COVID-19. La desesperación e incertidumbre creció cuando las puertas de los camposantos empezaron a rechazar las solicitudes de los familiares que requerían un espacio para dar el último adiós. La necesidad generó una alternativa para aquellos que no contaban con un presupuesto para enterrar a sus muertos en cementerios informales.
A continuación una lista de tres de ellos que reflejan la realidad de un país en crisis.
El cementerio Chocas se encuentra ubicado en el génesis de Lima Norte: Carabayllo, en el kilómetro 34 de la carretera Canta. En la parte más empinada del cerro se han improvisado zanjas para enterrar a los fallecidos por COVID-19. La falta de dinero a causa de la crisis económica ha generado esta opción más accesible en comparación con otros camposantos. Por S/750 se permite excavar un espacio para dejar enterrado un féretro.
Créditos: Aldair Mejía/GLR
Las familias acceden, no hay más lugares, afirman. Debido a la emergencia sanitaria ingresan unos pocos. El terreno pedregoso y descampado genera confusión en quienes tienen la labor de cavar sobre la tierra que albergará un cadáver. Los llantos acompañan el proceso mientras se despiden en lugar similar a una fosa común.
La historia llega al final cuando colocan un conjunto de piedras contiguas para delinear el lugar por el que pagaron. En algunos casos colocan flores, en otros una cruz como símbolo de fe y esperanza para aquellas personas que fueron muy importantes en vida.
En San Juan de Miraflores el cementerio Señor de Los Milagros, uno de los más grandes de los distritos del sur y el único en la jurisdicción, ya se encontraba abandonado -según los propios moradores de la zona- desde antes de la pandemia.
Sin embargo, cuando la enfermedad empezaba a mostrar su peor rostro muchas familias no tuvieron otra opción que atravesar sus escabrosos nichos para ingresar al terreno de la clandestinidad y enterrar a sus muertos en fosas improvisadas. Todo ante la indiferencia de las autoridades locales.
Al empezar el año el municipio anunció el inicio de los trabajos de recuperación de este emblemático cementerio con más de 30 años de antigüedad, ya que aparte de haber sido abandonada por anteriores gestiones, también se había convertido en un botadero de basura y desmonte por parte de los que transitaban por esa zona.
Es un cementerio ubicado en el jirón Canteras s/n, cuadra 4 del asentamiento humano Santa María, en San Juan de Lurigancho y en la actualidad se encuentra abandonado luego de que el municipio del distrito decida cerrarlo en el año 2007 por no contar con el cerco perimétrico y encontrarse muy cerca a zonas habitadas por decenas de familias.
Un video publicado en el 2019 por el portal Dilo Nomas, refleja la precariedad en la que se encuentra este camposanto que con el tiempo se convirtió en víctima del olvido. Los nichos que alguna vez fueron centro de homenaje hacia los muertos se convirtió en un lugar desolado y aprovechado por personas de mal vivir para hacer de las suyas.
Asimismo, el lugar se convirtió en un peligro para los moradores de la zona, ya que además de estar saturado y no contar con un cerco perimétrico, no cuenta con redes de agua y desagüe, generando un hedor que emanaba el terreno. Además, era una fuente ilegal de ingresos para quienes vendían los lotes sin dar cuenta a nadie.
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La improvisación continúa siendo el refugio de quienes no tienen más dinero para enterrar a sus muertos. La emergencia sanitaria desatada por el coronavirus no solo ha afectado a los hospitales sino también a los camposantos. La alta demanda de fallecidos ha mostrado que los cementerios de la capital no se dan abasto y los precios no son accesibles para aquellos que gastaron todo en el tratamiento contra la COVID-19.
A esta emergencia sanitaria se suma la informalidad y el abandono donde yacen los fallecidos. De los más de 60 cementerios existentes en Lima solo 20 son formales, según la Dirección General de Salud Ambiental del Ministerio de Salud (Digesa)
Créditos: Jose Abanto/El Popular
Créditos: Sergi Rugrand/GLR