“Desde que conocí al papa Juan Pablo II supe que se convertiría en un santo”

Rosario Espinoza

Fotos: Arutro Pérez

Una de las afortunadas de tener cerca al papa Juan Pablo II, quien este domingo será declarado santo junto a Juan XXIII, fue doña Irene Castro. Ella y su esposo Víctor Chero recibieron el encargo de acoger en su casa al “Papa Peregrino” en su visita a Villa El Salvador en 1985.

El Popular conversó con doña Irene. Ocurrió el 5 de febrero de aquel año, el último día en la estadía del Sumo Pontífice. “Tenía  39 años, un mes antes de su llegada nos comunicaron que entre muchas parejas de la comunidad cristiana mi esposo y yo habíamos sido elegidos para darle la bienvenida al Santo Padre a nuestro Villa El Salvador”.

ENCUENTRO MILAGROSO

Para Irene el encuentro significó un milagro. “Sentí mucha alegría y una paz eterna al verlo”, recuerda feliz y a la vez con mucha nostalgia, pues viene a su mente su esposo, quien falleció de un aneurisma hace diez años.

“Ese día mi esposo estuvo junto a mí, él dio el discurso preparado por la comunidad. Tengo muy claro esa imagen”, agrega doña Irene.

PAPA LA BENDIJO

“Dios te beniga a ti y tu familia”, le dijo Karol Wojtyla aquella vez, mientras la besaba en la frente.

Doña Irene, quien tiene nueve hijos y 12 nietos, cuenta que no se sorprendió cuando se enteró que habían aprobado la canonización del religioso polaco. “Su rostro ya reflejaba que era un santo, parecía la cara de un niño, siento una alegría de haberlo conocido, nunca olvidaré ese día”, cuenta.

Desde entonces el “Papa Peregrino” siempre está presente en sus oraciones. Su vida fue tocada por un santo.