“Coyote” Rivera contó sus anécdotas cuando fue miembro del ejército

Sirvió a la patria dentro y fuera del campo. Julio Rivera pasó los mejores años de su vida como efectivo del Ejército, del que aprendió muchos valores que ahora vuelca en su vida diaria. El “Coyote” aprovechó la llegada de las Fiestas Patrias para revelar detalles de su experiencia con el uniforme verde de las Fuerzas Armadas.

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Como futbolista destacó en Cristal y en la selección.
Como futbolista destacó en Cristal y en la selección.

Por: Armando Arango

Fotos: Marco Cotrina

Sirvió a la patria dentro y fuera del campo. Julio Rivera pasó los mejores años de su vida como efectivo del  Ejército, del que aprendió muchos valores que ahora vuelca en su vida diaria. El “Coyote” aprovechó la llegada de las Fiestas Patrias para revelar detalles de su experiencia con el uniforme verde de las Fuerzas Armadas.

—Eres uno de los pocos jugadores que sirvió en el Ejército…

—Sí, estuve en el Ejército y llegué a ser técnico de primera. Fue un orgullo servir a mi país en las Fuerzas Armadas y con la selección.

—¿Cómo llegaste al Ejército?

—Fue de pequeño, cuando estaba en menores de Alianza. Ingresé a la Escuela Técnica del Ejército (ETE), donde también participé en el equipo de la institución que jugaba el torneo de Segunda hasta 1989, en que me trasladan a provincia.

—¿Ser futbolista te daba algunos privilegios?

—Algunos, como ser conocido y a veces tener más días de salida, pero cuando perdíamos nos encerraban en nuestro pabellón por dos semanas.

—¿Te castigaban el doble?

—Sí. Los viernes, día de salida, nos asomábamos a las ventanas y veíamos cómo los demás salían y nosotros nos quedábamos. “Se quedan por malos. Otra vez ganen”, nos gritaban.

—¿Y cómo se dio tu llegada al fútbol profesional?

—A mí me trasladaron a Tacna donde seguí jugando en el equipo de fútbol. Pero en 1990 había un equipo en Moquegua (Los Ángeles) que estaba en la profesional y era administrado por el Ejército. El general se enteró de que jugaba bien y pidió mi traslado a Moquegua.

—¿De ahí pasaste a Melgar?

—Al equipo no le fue bien, pero pude destacar y Melgar me hizo una oferta para jugar en Arequipa. Hablé con el general de ese entonces y me dio todas las facilidades. Cada semana tenía que reportarme por teléfono y hacerle llegar mi punto de ubicación. Si tenía que ir a Lima lo comunicaba, si me iba a Piura, igual.

—¿Qué pasaba si no comunicabas tu ubicación?

—Por obligación tenía que comunicar dónde estaba porque si ocurría algo lo comunicaban a mi jurisdicción. De ahí me jaló Cristal y pude conseguir el tricampeonato nacional (1994, 1995 y 1996) y el subcampeonato de la Copa Libertadores 1997.

—¿Con la selección también tenías que pedir permiso?

—Cuando mis superiores se enteraron me felicitaron y me dieron una carta de permiso especial que la llevaba a todas partes. Hasta ahora la tengo (risas).

—¿Fue un camino difícil?

—Claro, porque tenía que esforzarme al máximo. Había mucha gente envidiosa que no veía bien que yo estuviera en el Ejército y jugara profesionalmente.

—¿Qué decían o hacían?

—Algunos se arañaban cuando me veían ingresar con mi carro último modelo y lo ubicaba junto a sus Volkswagen escarabajo.

—¿De regreso a Lima tuviste algún problema más?

—Sí, cuando me tocaba guardia. Era un problema porque nadie quería tomar mi turno, pero cuando se enteraban de que daba buena propina todos se apuntaban.

—¿El Ejército es tan violento como aseguran?

—Eso es falso. El Ejército me ayudó mucho. Le dio un orden y disciplina a mi vida y estoy muy agradecido. Siempre me apoyó en todo y eso nunca lo voy a olvidar.

—¿Extrañas más al fútbol o al Ejército?

—Es realidad, extraño ambos. Regresar a la Escuela Técnica del Ejército me llena de nostalgia.

—¿Es verdad que en Cristal llevabas tu uniforme?

—Sí, porque luego de los entrenamientos tenía que ir a la ETE. Por molestar me lo ponía y me paseaba por los camarines. Julinho, el “Chorri” y los demás compañeros se quedaban con la boca abierta y yo los “relojeaba”. 

El “Coyote” apoya a Clavijo

–Jugaste con José Clavijo, ¿cómo te afectó la muerte de su hijo Yair?

Es una lástima. Me apena por José porque siempre jugábamos en la Peña de los Jueves. Un día llevó a Yair a jugar y era muy técnico. Siempre iba con él a todos lados. Es muy triste lo que le pasó, espero que José se recupere.

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