El sistema linfático es la red de lucha contra las enfermedades del organismo, que incluye los ganglios linfáticos, el bazo, el timo y la médula ósea.
El linfoma es un cáncer del sistema linfático, que puede afectar estos y otras áreas del cuerpo.
La causa más común de linfomas es la sobreproducción de cierto tipo de glóbulos blancos, llamados linfocitos B, que ayudan a proteger al cuerpo de las bacterias y los virus.
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Los dos tipos principales son el linfoma de Hodgkin y el linfoma no Hodgkin (o simplemente linfoma), aunque también hay diferentes subtipos de la enfermedad.
En el linfoma de Hodgkin, las células cancerosas se conocen como células de Reed-Sternberg, un tipo anormal de linfocito B.
Los tipos no Hodgkin pueden crecer y diseminarse lentamente (indolentes) o rápidamente (agresivos) y existen diversidad de tipos, lo que puede hacer que la clasificarlos resulte un desafío.
El linfoma puede comenzar en casi cualquier parte y diseminarse a otros tejidos y órganos como el hígado.
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Algunos de los factores de riesgo para el linfoma incluyen ser adulto mayor masculino, una dieta alta en carnes rojas y grasa, haber contraído el virus de Epstein-Barr (Mononucleosis o "Mono"), el uso de tabaco o la exposición a la radiación, ciertos tipos de pesticidas, plomo o asbesto.
El linfoma puede ocurrir en personas con sistemas inmunológicos sanos o en pacientes cuyo sistema inmunitario está comprometido, como aquellos que tienen SIDA o que se han sometido a un trasplante de órgano.
"Quienes padecen linfoma pueden experimentar síntomas como hinchazón indolora de ganglios linfáticos en el cuello, las axilas o la ingle, pérdida de peso inexplicable, fatiga, fiebre, sudores nocturnos, picazón en la piel, sarpullido, agrandamiento del hígado o del bazo o recuentos sanguíneos bajos,” explica John Greskovich, MD, un oncólogo de radiación en Cleveland Clinic Florida. "Sin embargo, esos síntomas no significan automáticamente que tenga linfoma".
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El diagnóstico del linfoma implica un examen físico con un enfoque en los bultos (ganglios linfáticos), el tamaño del hígado y el bazo, y cualquier cosa fuera de lo común.
También es posible que se necesiten exámenes de sangre que midan glóbulos rojos y blancos, funciones hepáticas y renales, y aspiración y biopsia de la médula ósea.
Si se detecta un linfoma, se realizan más pruebas para identificar qué linfoma específico está presente y qué tanto ha avanzado, una parte clave para determinar el tipo correcto de tratamiento.
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