Los murciélagos, el ébola; las civetas, el SARS; los perros, la rabia; los monos, el sida; las gallinas, la gripe aviar; son algunos de los animales que han estado en el punto de mira cuando han estallado brotes de nuevas enfermedades. El último damnificado ha sido el pangolín, sospechoso ya descartado de haber actuado como supuesto transmisor del coronavirus a los humanos.
El control del consumo y comercio es muy difícil por cuatro razones: la falta de estadísticas, poblaciones humanas enormes, tradiciones muy arraigadas y escasez de medios para aplicar la ley. Por eso, la posibilidad de ver nuevas dolencias transmitidas por animales a humanos en el futuro es muy real.
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Los mercados callejeros donde se mezclan muchos animales en muy malas condiciones de salubridad despiertan los recelos de la comunidad científica.
“Coges a especies salvajes, las pones bajo una situación de estrés y las mezclas con otras. Este es el hábitat perfecto para los virus”, había dicho Rikkert Reijnen, investigador del Fondo Internacional para el Bienestar Animal, en una entrevista a Interferencia.
“El ser humano caza animales desde el principio de su existencia, eso no es algo nuevo, pero sí las cantidades que se consumen ahora y la capacidad de que los animales viajen de un lado a otro del globo en cuestión de horas”, agrega.
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La Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcula que el tráfico de especies protegidas mueve cada año entre ocho mil y 20 mil millones de dólares. La convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas ya regula los intercambios entre países, pero el problema es que en el mercado interior no tiene jurisdicción y la demanda en países como China, Vietnam y otros es enorme.
“En casi todo Asia, los puestos tienen una parte visible, donde puedes comprar una gallina. Pero después está la trastienda, donde están las especies prohibidas. Cuanto más grande es el país y más arraigadas las costumbres, más difícil es conseguir un cambio. Parece mentira que no hayamos podido erradicar una enfermedad como la rabia, que lleva con nosotros miles de años. Pero si miras las zonas rurales de África y Asia aún hay muchos sitios en los que siguen comiendo carne y cerebro de perro sin cocinar. Algunas comunidades en Nigeria, por ejemplo, creen que la carne canina les defiende contra las brujas”, dijo Martha Pedraja, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid.
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El consumo de productos silvestres existe, aunque sea casi imposible cuantificarlo. El informe “El estado mundial de la biodiversidad para la alimentación y la agricultura” recoge una encuesta realizada en algunas comunidades en Asia, África y América Latina entre 2004 y 2010 en la que se concluyó que más del 53,5% de los hogares se abastecían con animales y plantas de los bosques.
El informe hace una recopilación de diferentes estadísticas aportadas por los propios países y algunas organizaciones internacionales que incluyen plantas, animales, setas y microorganismos.
Según sus datos, hay 2.800 especies diferentes de especies salvajes que se usan para consumo humano en el mundo. “Sin embargo, estos números están incompletos. Por ejemplo, los países solo registran que se consumen 21 tipos de insectos, cuando sabemos que esa cifra asciende a más de dos mil”, especifica el mencionado informe.
Según información del portal de Green Peace existen diez preocupantes datos que debes conocer sobre las repercusiones para el planeta y la salud de la producción y consumo excesivos de carne:
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