El nuevo coronavirus no da tregua y continúa su rápido avance en Argentina, ante ello, la mayoría de establecimientos aún continúan sus funciones para poder solventar las necesidades de los ciudadanos que permanecen en cuarentena en sus hogares, sin embargo, el peligro para ellos es latente.
Weng, es un comerciante de origen chino que tiene uno de estos supermercados en el barrio porteño de Villa Urquiza, en Buenos Aires. Él se ha unido a la lucha con el fin de erradicar la temida enfermedad, es por eso desde el inicio de la pandemia en Argentina, hace guardia en la puerta de su establecimiento para medir la temperatura a todo cliente que ingrese.
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Esta norma obligatoria ha sido promovida para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos que se acercan a su supermercado con intención de comprar.
"Estoy tomando a todo cliente que entre la temperatura para prevenir, es por seguridad", asegura el comerciante de origen chino.
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Todas las mañanas Weng repite la misma secuencia, se coloca en la puerta del supermercado y saluda al primer cliente: "Buen día, perdón que le moleste", inicia el saludo protocolar para continuar con el ritual preventivo.
El comerciante provisto de termómetros en forma de pistola mide la temperatura corporal de cada uno de sus clientes. "Está bien, normal, gracias", contesta Weng luego de todas las personas, sean mayores y jóvenes, que se someten a la prueba con éxito.
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Los protocolos dentro del establecimiento siguen las normas señaladas por el gobierno argentino: todo el personal cuenta con mascarillas y guantes de látex. Los cajeros son desinfectados constantemente con spray.
A pesar de que afuera del supermercado hay una larga cola de personas que buscan conseguir, el dueño respeta cada una de las indicaciones del gobierno.
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"Hay que limitar la entrada de clientes para no juntar a mucha gente dentro del local", señala Weng, reproduciendo las recomendaciones que ya han puesto en marcha la inmensa mayoría de establecimientos en la capital argentina.