Había transcurrido un par de minutos cuando sonó la notificación de su llegada. Natalia Salas se presentó ante El Popular, dejó listo todo lo que tenía a su alrededor y se justificó con una gran sonrisa por su breve tardanza. Pero como el tiempo es relativo, inmediatamente se transportó a su infancia, sin perder aquel gesto en su rostro que desde pequeña siempre mostraba. Escucharla hablar era darse cuenta que ella disfruta contar de sus vivencias. El movimiento de sus manos, su mirada y los tonos de su voz era una mezcla perfecta que acompañaba aquellas palabras que describía sobre su niñez.
Y es que, Natalia, portaba el don de ser hiperactiva desde que escribía las primeras páginas de su vida, remontándose a sus seis años cuando estuvo en el colegio y ofreció su primer concierto. Sí, ella comenzó en el canto antes que en la actuación. “Teníamos un coro de niños cuando estuve en segundo de primaria y fuimos a un concurso que se hizo en el Teatro Peruano Japonés, esa fue mi primera presentación, con mi uniforme de colegio. No recuerdo cómo me escogieron ni cómo lo hice, tenía seis años, pero tengo mis fotos”.
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Aquel recuerdo que guarda en instantáneas físicas se une a las que le queda en la memoria y las mantiene viva porque no ha dejado de soñar. Ese histrionismo que lleva consigo a sus 35 años no dejó que la agoté, incluso cuando desde su pequeñez mantenía asombrados a sus cercanos cuando a su talentosa virtud le sumo el baile. “Desde que tengo uso de razón, me acuerdo que cantaba y bailaba. Era como la rockola de la familia, en todas las reuniones o cada que mi mamá salía conmigo, yo cantaba y bailaba. Sus amigas me pedían más y más porque se reían”.
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Y esas risas no pararon, sino que, poco a poco, fueron siendo acompañadas por aplausos cuando surge en Natalia las ganas de interpretar papeles en el teatro. Muchos dicen que los actores se refugian en sus personajes para ocultar algo; sin embargo, ella no lo hace, es muy feliz con cada uno de los que ha interpretado ya que tienen un pedacito de su esencia que ha retribuido entregado parte de su vida a ellos. “Mi madre me metió a un taller de actuación a mis diez años, ese verano hicimos Cenicienta, era extra. Crezco y conozco a unos amigos que hacían teatro, acepté con 16. Hice una audición quedé, hicimos el musical de Grease en el Teatro Julieta y como me vieron, me llamaron para hacer obras infantiles como Cenicienta, Mago de Oz hasta mis 18”.
De esa manera cautivaba ya al público, quienes de los aplausos pasaban al reconocimiento, poniéndose de pie ante ella por tener ese talento del arte en las venas. Esos logros no podían quedarse ahí, el don de Natalia no se iba a detener y ella sabía que debía llevarlo más allá. Ya había conquistado las tarimas teatrales y tenía que ir por los escenarios televisivos donde se encontró con personas que también luchaban por lo suyo. “Mi primera aparición en TV fue con concursos de canto, se llamaba ‘Generación R’, de Raúl Romero. Ahí estaba Nico Ponce, Yidda Eslava, pero a la primera me botaron porque estuve muy nerviosa, lloré”.
“Se abrió otro concurso llamado ‘Desafío de estrellas’, era muy bonito porque teníamos clases de canto, baile y actuación, pero el canal 5 entró en problemas y lo cerraron”. Luego sale ‘Habacilar’ y me llamaron. En un momento necesitaron a una chica para la serie ‘Rita y yo’, hice un casting chiquito y quedé, ese fue mi primer personaje: Leticia”. Pasé por otro casting para ‘Así es la vida’ (Paola) e hice otras audiencias para ‘Placeres y tentaciones’ (Thalía) y ‘Grafitti’ (Alina)”.
Pese a que parece que ya ha hecho todo en su vida, ella continúa por más, no se detiene porque es decidida, tiene esa energía y vibra que le permite seguir creciendo. Ahora, su nueva gran aventura la cuenta como si ella estuviera escribiendo esta entrevista, dejando fragmentos de sus importantes momentos impregnados en una especie de diario para que puedan conocerla más. “Estoy en la promoción de mi agenda, se llama “Con todo menos miedo” (editorial Kokoro books) y tiene la forma de ver la vida que tengo yo, de ver el vaso medio lleno, con mucho color, optimismo, empoderamiento personal y hacia los demás porque se identifican con mi trabajo y lucha por mi hijo y familia”.
“Esa parte de positivismo y empoderamiento le viene bien a cualquiera”, señalaba segura de sí. Además, Natalia Salas tiene la sinceridad de reconocer que en algún momento de su vida tuvo miedo de querer hacer de todo y que no le salieran las cosas, pero la fortaleza que ha ido adquiriendo la llevó hasta donde está hoy, con muchos proyectos y ganas de afrontar sus tratamientos que los culminará con éxito porque trabajar es lo que la “mantiene viva y feliz”.
Además, lleva en mente que los mejores papeles que ha interpretado en su vida es el de ser madre y de no rendirse ante los momentos difíciles que puede atravesar. Eso también será reconocido más adelante su pequeño Leandro, cuando crezca, él terminará aplaudiéndola y contando que su madre vive “con todo, menos miedo”, como lo viene haciendo su pareja Sergio Coloma.
De momento redactor, pero sé que algún día viviré siendo escritor. Si hay algo que me avala para ejercer la profesión es la licenciatura que tengo detrás y la experiencia acumulada desde que mi hobbie por las palabras se volvió un trabajo.