Una tarea complicada, pero nada imposible es a la que se encuentra abocado Édgar Ospina, quien tiene la misión de mantener a Ayacucho FC en la Liga 1. Peinadito le pone fe y optimismo en la recta final que le quedan a los Zorros.
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—¿Qué significa para usted Ayacucho FC?
—Ayacucho forma parte de mi vida, el 2008 campeonamos en Segunda y ascendimos. Estuve seis años en esa primera etapa y pudimos clasificar tres veces a la Copa Sudamericana.
—¿Cómo analiza la recta final que le queda?
—El panorama es esperanzador. Cuando llegamos el equipo tenía 15 puntos y estaba por debajo de Carlos Stein y San Martín. Hoy tenemos 23 puntos, lo cual nos da tranquilidad. Y también gracias a la reserva, que quedó subcampeón, tendremos un punto más.
—¿Le preocupa que esta fecha que descansan y los rivales le puedan sacar ventaja?
—No puedo estar pesando eso y en los resultados de los rivales directos. Nos falta jugar contra Huancayo, Alianza y Cantolao. Dependemos de nosotros.
—Es la segunda vez que le toca pelear la baja con Ayacucho FC.
—Hay que saber jugar estos partidos. En 2015 también agarré Ayacucho y lo salvamos en la última fecha.
—¿Dudó cuando le dijeron para volver a Ayacucho FC?
—No tengo miedo, asumimos esta responsabilidad, pues no dudamos de nuestra capacidad y de la calidad del plantel. Hemos tenido irregularidades en los resultados, pero con los rendimientos individuales y colectivos podemos sacar esto adelante.
—¿Cómo trabaja la parte mental con el plantel?
—Estamos haciendo un trabajo especial en cuanto a la neurociencia. Hay que fortalecer la parte mental, la convivencia grupal y ser sólidos, unidos porque cuando no se dan los resultados a veces se generan problemas en el grupo humano.
—A veces en el fútbol se recurren a curanderos y chamanes para alejar las malas vibras, ¿apela a eso o lo propusieron?
—No es necesario. Estamos abocados al Todopoderoso, quien nos da mucha fe y confianza.
— Ayacucho es la ciudad con 33 iglesias, ¿va a misa?
—Sí, como católico voy a misa los sábados o domingos y he hecho amistad con monseñor Salvador Piñeiro.
—¿Le reza a algún santo?
—Soy creyente del Señor de la Divina Misericordia, quien nos consiguió este trabajo y le pido que nos ayude a salir airosos de este difícil momento. Nuestras peticiones al Señor tienen que ir acompañados también de nuestra parte con trabajo y responsabilidad.
—¿Puede dormir tranquilo con tanta presión?
—No voy a mentir, pero desde que asumí esta responsabilidad no solo perdí un poco la paciencia, sino también el sueño y el apetito, lo cual no es una queja. Así es nuestro trabajo.
—¿Cómo se relaja?
—Salgo un rato a caminar por la Plaza de Armas, veo los trabajos de artesanías, hablo con la gente.
—¿Qué le preocupa de las tres finales que le queda a Ayacucho, quizá algún yerro arbitral?
—Los árbitros son seres humanos y pueden cometer errores como cualquiera, pero no desconfío de ellos. En estos partidos los arbitrajes han sido correctos, no hubo partido en que nos hayan metido la mano y no necesito meter presión a los jueces para que dirijan bien.
—¿En sus cálculos está jugar la revalidación?
— Por mi cabeza no pasa ir al repechaje. Y, si tenemos que jugar la revalidación, la afrontaremos con la debida responsabilidad.
—¿Salvar al equipo del descenso con qué se compararía?
— Sería como campeonar y sería mi segundo título con Ayacucho FC porque en 2015 lo pudimos mantener en Primera.
—Gracias, profesor.
—Agradecido a usted, Carlos. Ayacucho no puede y no merece quedarse sin fútbol. Es una ciudad hermosa, con mucha historia y también gracias al fútbol ha crecido el turismo, lo cual genera trabajo a las personas y haremos todo para mantener el fútbol profesional en esta tierra.