Nicole Vásquez
Era el 2004 y Cienciano volvía a tocar la gloria. Un año antes nomás había hecho historia ganando la Copa Sudamericana y esta vez obtuvo la Recopa Sudamericana frente a un poderoso Boca Juniors, que contaba con un jovencito Carlos Tévez, un crack como Martín Palermo y otros también reconocidos, como Rolando Schiavi, Diego Cagna, entre otros.
Y bueno, en el Papá, que nuevamente se coronaba a nivel internacional, figuraba entre sus filas el Checho Ibarra, quien así logró el mayor logro de su larga carrera en el fútbol.
El Goleador Prehistórico, como le dicen, tiene recuerdos muy marcados de aquella hazaña.
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¿Qué significa Cienciano en tu vida?
Yo, como futbolista, he pasado por muchos clubes, cada uno fue especial, poder jugar en Universitario, Municipal, Aurich, Alianza Atlético, Melgar... equipos históricos de cada ciudad y ser goleador a donde fui, significó mucho para mí, pero lo que me pasó en Cienciano es un sentimiento diferente, indescriptible. El mejor.
¿Cómo llegas al Cusco?
Llego como refuerzo después de que Cienciano ya había ganado la Sudamericana. En ese entonces nos criticaron mucho porque dijeron que se había formado un equipo maduro, por no decir viejo (ríe), pero teníamos un técnico ganador, como Freddy Ternero, con un pensamiento increíble, que nos contagió eso.
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¿Cuánto esperaban el partido contra Boca?
¡Mucho! Particularmente, yo, porque soy hincha de Boca desde que estaba en mi viejo... (ríe). Siempre fui hincha de Boca, ese partido significaba mucho para mí. Pero en realidad todos estábamos esperando ese partido. Y mira, pasaron 16 años ya del partido en Miami. Regresar con ese título al Perú fue impresionante.
¿Qué recuerdas de ese día?
Nuestra llegada al estadio en limusinas (ríe)...
¿Como que llegaron en limusinas?
El día del partido nos habían citado a las 6 de la tarde en el lobby del hotel, la mayoría nerviosos y escuchando música esperando el bus, pero de pronto vemos al Maca Bernal (preparador físico) corriendo de un lado al otro, sudoroso, pálido. Así que con el Viejo Ibáñez le preguntamos qué pasaba y nos dijo que no llegaba el bus para llevarnos al estadio. Tenía miedo de que llegáramos tarde. Pero, de pronto, vimos llegar una limusina y otros carros de lujo, de donde baja Juvenal Silva (presidente)-
¿Qué les dijo?
Nos dijo que “mi equipo no tendrá bus pero irá en limusina” (ríe).
¿Alguna vez habías subido a una limusina antes?
¡Nunca! Te imaginas lo que fue (ríe)... Nosotros trepados en la limusina abriendo todos los cajones, el frío bar, llamando desde el teléfono, parecíamos niños con juguete nuevo. Me da tanta risa cuando me acuerdo...
Lo importante es que llegaron al estadio
¡Sí! Ahora, en el estadio fue otra historia porque la mayor parte de los hinchas eran de Boca, entonces cuando vieron las limusinas todos se preguntaba quiénes son estos. Los hinchas de Boca pensaban que era Alpacino de El Padrino (ríe) y su gente, pero de pronto ven bajar a Carty, a Saraz, y decían “quiénes son estos”, ja, ja, ja.
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El partido fue otra historia
Sí bueno, yo lo recuerdo con mucha nostalgia, me gusta ver ese partido por lo que se jugó. Recuerdo cada situación, a mí me tocó entrar y poder anotar, ser parte de eso es impresionante.
El camerino fue una fiesta...
No te imaginas. A mí me tocaba ir al doping con (Juan Carlos) Bazalar y los dos fuimos gritando cantando, felices, entramos gritando al tópico y el doctor nos decía “silencio, acá no se puede hacer bulla”, y nosotros le decíamos, “doctor, déjenos gritar, somos campeones” (ríe) y con su cabeza nos señalaba atrás y resulta que ahí estaban Diego Cagna y Raúl Cascini, Nos tuvimos que callar por respeto, pero le dijimos al doctor que íbamos a pasar primero las pruebas porque teníamos que ir a celebrar y los dejamos ahí a los de Boca sentados cabeza gacha...
¿Y la celebración esa noche también fue en limusinas?
¡Sí! Imagínate a 30 locos gritando por las ventanillas de los techos de la limusina en todo Miami, la gente nos miraba sin saber qué pasaba, y de pronto en un semáforo nos topamos con el bus de Boca, y peor todavía, nos tenías ahí gritando “y dónde están esos bosteros que nos iban a ganar”. De pronto no recuerdo bien si fue Palermo o Tévez que se asomó, y comenzamos a cantar más fuerte. Fue maravilloso.
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Pero así como te tocó vivir eso, también tuviste momentos duros en Cienciano...
Sí, pero justamente por eso es que quiero tanto a ese club. Después de ganar todo, el club cayó en los problemas que muchos recuerdan, nos quedamos sin dirigentes, sin plata, sin técnico. En el 2010 me tocó ser técnico-jugador y hacer malabares con los chicos que se quedaron para poder pagar deudas a Sunat, a la Federación, a los propios jugadores.
Fue un caso único que seas técnico y jugador, ¿no?
Creo que no. Lo más gracioso es que yo mismo me hacía el cambio. Yo mandaba a calentar a la banca y venía mi asistente que era colombiano y me decía “profe, profe... tiene que entrar usted, profe... Caliente, profe”, y yo analizaba si era necesario y entraba. Hacía un gol o dos si podía y luego yo mismo hacía mi cambio. Ahora me río, pero era bastante complejo.
¿Te arrepientes de algo?
No, yo creo que he vivido lo mejor que he podido, siempre acompañado de mi señora y mi familia. Soy goleador histórico del fútbol peruano, campeón con Cienciano ganándole a Boca, y ahora hago algo que me gusta, la televisión, que me permite disfrutar de mi familia. Soy un agradecido a Dios y a la vida.