La masacre de La Cantuta fue uno de los episodios más crueles que vivió Lima en la década de los 90 del siglo pasado. Un grupo de nueve estudiantes y un docente desaparecieron a manos del destacamento paramilitar Grupo Colina, perteneciente al Ejército peruano. Han pasado 30 años de lo ocurrido y varios familiares siguen buscando los restos de las víctimas.
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El secuestro ocurrió el 18 de julio de 1992 en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle (La Cantuta), a 2 días después de la explosión del coche bomba ocurrido en la calle Tarata, Miraflores. Eran tiempos de la dictadura de Alberto Fujimori y del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), a cargo de Vladimiro Montesinos.
Dicho día, el Grupo Colina recibió la orden de intervenir la residencia de dicha universidad y, una vez adentro, seleccionó a los sospechosos de acuerdo a la información de agentes infiltrados como alumnos. Las víctimas fueron Bertila Lozano Torres, Dora Oyague Fierro, Luis Enrique Ortiz Perea, Armando Richard Amaro Cóndor, Robert Édgar Teodoro Espinoza, Heráclides Pablo Meza, Felipe Flores Chipana, Marcelino Rosales Cárdenas, Juan Gabriel Mariños Figueroa, Hugo Muñoz Sánchez (el profesor).
El recorrido hacia la Justicia inició en abril de 1993, cuando un grupo de militares hicieron de conocimiento público la atrocidad cometida por el Grupo Colina. En su documento anónimo afirmaron que este escuadrón de la muerte había secuestrado, torturado y asesinado a las víctimas enterrándolas en una fosa común.
Los militares identificaron a los miembros del Grupo Colina que habían participado en la masacre y señalaron que el jefe de las operaciones fue el Mayor Santiago Martín Rivas. Aseguraron que el grupo operaba bajo órdenes de Vladimiro Montesinos, asesor del expresidente Alberto Fujimori, quien tenía conocimiento de estos acontecimientos.
El pasado 30 de mayo de 2022, se iniciaron las labores de remoción de toneladas de tierra y, posteriormente, la excavación forense en la fosa 2, en el distrito de Cieneguilla. Deudos de los estudiantes asesinados por el Grupo Colina en 1992, tienen la esperanza de que sus restos sean hallados en la quebrada Chavilca.
"Estamos aquí con la misma esperanza cuando empezamos a buscarlos en el año 93, cuando nadie nos quería dar respuesta, estamos seguros que nuestra Pachamama a quien le vamos a dejar una ofrenda, para que nos devuelva los restos de nuestros seres queridos", dijo Gisela Ortiz, hermana de una de las víctimas del caso La Cantuta.
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