En el calendario cristiano, unas de las actividades más importantes es la Semana Santa, una de las festividades religiosas y culturales que acercan a los peruanos a Dios y su hijo Jesucristo. Sin embargo, con el paso de los años, algunas de las muchas costumbres o tradiciones familiares que practicaron nuestros antepasados han quedado en el baúl de los recuerdos, a esto se le suma la pandemia del COVID-19. Por ello, a continuación podrás conocer algunas de ellas:
A partir del mediodía del Jueves Santo, el silencio se apoderaba de la capital. “Todos evitaban hacer el menor ruido e incluso los animales de carga caminaban por las calles con los cascos forrados con tela”, menciona una nota de archivo.
“No funcionaban teatros ni otros espectáculos; cerraban los bares y restaurantes y los mercados solo funcionaban hasta las 8 a.m.”, se señalaba también.
Las emisoras radiales transmitían música clásica y los cines y canales de televisión, películas sobre la vida de Jesús. Entre ellas Jesús de Nazareth, Ben-Hur, Espartaco, Los diez mandamientos, Quo Vadis o Barrabás, aunque estas últimas son más recientes. Algunos cines también llegaron a poner en cartelera películas mudas relacionadas a la pasión de Jesús.
No comer carnes rojas era obligatorio el Jueves y Viernes Santo. Ante ello, el bacalao de Noruega estaba en casi todas las mesas, de igual forma los dulces de Semana Santa, entre ellos destacaba el frejol colado y el dulce de higo.
Sin embargo, el Sábado de Gloria ya era un día para preparar un tradicional banquete especial a base de cerdo o el tradicional sancochado. Esta comida se compartía en familia, pero en algunas partes del interior del Perú, como en la sierra, donde la tradición era enviarles lo cocinado a los vecinos o amigos.
Además, el bullicio también se volvía a apoderar de las calles el Sábado de Gloria. “Los pregones de tamaleras, humiteras y tisaneras, entre otros, volvían a escucharse en las calles, mientras que en las plazuelas las alegres notas de la zarzuelas de moda eran interpretadas por las bandas militares”, contaban las crónicas periodísticas.
En la capital, en las primeras décadas del siglo XX y otras ciudades del país, los creyentes recorrían en Semana Santa las siete iglesias con una vestimenta formal. Los hombres vestían terno negro y las mujeres en su mayoría un vestido oscuro también, pero además llevaban mantillas (velos bordados) sobre la cabeza y rosarios en la mano. Esto en señal de duelo por la muerte de Jesucristo.
Los limeños vivían la Semana Santa dedicados solo al rezo y a la meditación, señalan las crónicas periodísticas. Se consideraba pecado u ofensa el reír, cantar, jugar, reñir, hacer travesuras, ingerir bebidas alcohólicas y hasta levantar la voz.
En esa línea, el máximo silencio y recogimiento llegaba a las 3 p.m. del Viernes Santo, hora en que de acuerdo a la Biblia murió Jesús en la cruz. También se escuchaban matracas de madera en señal de duelo. Asimismo, a los niños se les narraba en las casas los pormenores de la Última Cena, la Oración del Huerto y los demás episodios de la Pasión del Redentor.
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