Sin duda alguna, el Señor de los Milagros ha cumplido el deseo de muchas personas, ya sea salud, bienestar o unión familiar. Por ello, muchas personas van en su búsqueda para sus plegarias. Es así que desde hace siglos, al Señor de los Milagros se le atribuyen varios milagros que fueron contados en todo el territorio peruano y que alegró el corazón de muchos.
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En 1920, varios periódicos y habitantes de Lima, hicieron eco de la repentina curación de Rosa Angélica Castro, una pobre tullida de modesta familia, que había pasado por dos operaciones y que por causas desconocidas por los médicos, había quedado inmovilizada en ambas piernas.
Llegó octubre y con él la procesión del Señor de los Milagros. En el segundo día de andas, Rosa Angélica y su madre ingresaron al Templo de la Encarnación y al ver la imagen, suplicaron la salud que la joven tullida tanto deseaba. Apenas la multitud había abandonado el templo, la enferma sintió una conmoción que la hizo dejar la silla, se levantó y caminó presa de un gozo indescriptible, superando sus males y agradeciendo al Cristo Moreno por su misericordia.
En 1746, Lima padeció el sismo más destructor de su historia y, una réplica de su imagen salió en procesión y la tierra dejó de temblar. Esto acrecentó la devoción del pueblo. se construyó la Iglesia de las Nazarenas, que hoy es el santuario donde se le rinde culto. Decenas de miles de devotos llegan de todas partes del mundo en el mes de octubre para participar en las procesiones por las calles de Lima. Por eso miles de personas van a la procesión el día 28 de octubre de cada año recordando lo que en ese día aconteció , el terremoto, pero también se recuerda cuando el muro del Señor de los Milagros no se cayó, se quedó en pie otra vez devolviendo la esperanza a la ciudad de Lima.
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“Para mí es un misterio cómo llegué a la procesión del Cristo de Pachacamilla aquella vez, porque yo lo ignoraba. Buscaba a Dios en persona, pero desconocía la imagen. Mi hijo se cayó de las escaleras a los dos años. Lo llevé al Hospital del Niño en Breña, donde lo desahuciaron. No sé cómo pero llegué hasta la procesión con mi niño en brazos, lo puse frente al altar y le prometí a Dios muchas cosas a cambio de que salve a mi hijo. Le dije que me pondría el hábito morado hasta mi último día. En ese momento, una luz alumbró a mi hijo y empezó a mover su cabecita. En el hospital me dijeron que era un milagro”, comentó Alejandrina Ponce.
“Ya tengo unos 27 años en la hermandad. Mi madre me contó la historia de cómo me curé cuando tenía 15 años. Desde ahí empecé a tener una fe tremenda. En agradecimiento dije: “Señor, si tú quieres, algún día levantaré tu anda”, y tuve la oportunidad de hacerlo y más aún, de pertenecer a la hermandad”, comentó Luis Díaz.
“Vengo cada año desde que tengo memoria. Tengo que agradecer por todo lo que me da. Él me cuida, protege a mis hijos. Hace años le pedí que nos diera un techo para vivir con mis hijitos y me ayudó. Ahora tengo mi casa, mis hijos ya crecieron y tienen trabajo, tienen salud. Todo es gracias a Dios”, dijo Estela Poma.
Periodista especializado en temas policiales y políticos. Graduado de la Universinad Nacional Federico Villarreal. Redactor y coordinador en El Popular. Interesado en temas policiales, política y actualidad.