El Viernes de Semana Santa terminó con la crucifixión del Cristo Cholo en la piel de Mario Valencia revive el calvario que padeció el hijo de Dios para salvar al mundo del pecado.
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Los limeños no dudaron en dejar los quehaceres del hogar para recorrer las 7 iglesias, un acto que contiene mucha tradición y fe.
Las calles de la ciudad fueron tomadas por propios y extraños que recorrían las pistas y veredas con curiosidad y devoción.
Un mar humano morado se apoderó en parte del día festivo, cuando la Procesión del Señor de los Milagros hizo su recorrido para dar bendiciones a creyentes y no creyentes.
Lima se convirtió en una fiesta de punta a punta: la población invadía sus calles a golpe de fe y los ambulantes hacían lo propio para que el día resultara ser un gran negocio.
El recorrido de la Vía Crucis empezó desde tempranas horas de la mañana, cuando la ciudad se levantaba a puntillas. El Cristo Cholo ya estaba listo para sufrir. Así empezó todo, y así también terminaría: en nombre de los pecados de este mundo.
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