Señor de los Milagros: conoce la triste historia detrás del famoso turrón de Doña Pepa
El turrón de Doña Pepa está relacionado con la festividad del Señor de los Milagros. Su origen no es tan 'dulce' como parece. La esclava morena de nombre Josefa Marmanillo es la protagonista.
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Quién no ha escuchado hablar del famoso turrón de Doña Pepa, el tradicional dulce peruano relacionado con la festividad del Señor de los Milagros. Pero, por qué se le asocia a esta celebración. Conoce la triste historia detrás del turrón de Doña Pepa.
Su origen vendría desde principios del siglo XVIII, de una esclava morena de nombre Josefa Marmanillo, conocida por ser una muy buena cocinera. Sin embargo, a esta esclava que vivía cerca a Cañete una extraña enfermedad empezó a tocarla e hizo que ambos brazos se le paralizaran.
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Si bien esta enfermedad por un lado la ayudó a quedar en libertad, por el otro le impedía trabajar. La morena escuchó rumores sobre los milagros que realizaba la imagen del Cristo de Pachacamilla, por lo que decidió viajar a Lima en busca de sanación a su problema de salud y para conocer de cerca al Cristo Morado. Dicen que por su devoción Josefa Marmanillo fue curada.
Hay tres versiones sobre el origen del turrón de Doña Pepa, la primera dicta que en una de las salidas del Señor de los Milagros en procesión, Josefa levantó el turrón, ofreciéndoselo. Al regresar a Cañete, la mujer aseguraba que el Cristo la había mirado sonriendo mientras bendecía la ofrenda.
La segunda, asegura que Josefa llevó una primera vez el turrón a la procesión y se lo ofreció al Cristo de Pachacamilla, curándose al retornar a Cañete.
La tercera versión refiere que un virrey organizó un concurso premiando a quien hiciera un alimento agradable, nutritivo y que se pudiera conservar por varios días: la ganadora no fue otra que Josefa Marmanillo, por lo que su apodo Doña Pepa quedó asociado al postre.
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Desde entonces, cada mes de octubre, la creadora del turrón de Doña Pepa venía a Lima para ofrecer su postre a los limeños. Tradición que hasta la fecha continuaron su hija, su nieta, y las generaciones posteriores.
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