Vaticano en la calle

Tuvieron que pasar 22 años para que nuevamente los medios de comunicación en general se interesen en una persona que en alguna ocasión tuvo la atención de todo el Perú: Demetrio Chávez Peñaherrera, más conocido como Vaticano.

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Tuvieron que pasar 22 años para que nuevamente los medios de comunicación en general se interesen en una persona que en alguna ocasión tuvo la atención de todo el Perú: Demetrio Chávez Peñaherrera, más conocido como Vaticano.

El ex narcotraficante dejó el penal Castro Castro de Lima y afuera lo esperaba una nube de periodistas, igual como hace más de dos décadas que lo siguieron primero cuando lo internaron en la Base Naval del Callao y después de seis años fue recluido en el presidio de San Juan de Lurigancho.

Ahora salió con la chispa de la alegría de verse libre, atendió a los medios, lanzó algunas bromas, pero no se olvidó de nombrar nuevamente a Montesinos y Fujimori, a quienes volvió a acusar que trabajaron con él para el envío de droga de la selva peruana hacia Colombia.

Yo era muy joven cuando escuché hablar por primera vez de Vaticano. Leía algunos diarios de la época y decían que el hombre mandaba avionetas con pasta básica de cocaína a Colombia, primero al patrón Pablo Escobar, el sanguinario jefe del cártel de Medellín, y luego a los hermanos Rodríguez Orejuela, los bravos del cártel de Cali.

Con el tiempo Vaticano contó que para sacar las avionetas llenas de droga de la selva tenía que pagar cupos de 50 mil dólares a Vladimiro Montesinos y a los militares de la época. Después le subieron el cupo a 100 mil dólares.

Se dio la gran vida en su momento. Se habló que en sus fiestas privadas que organizaba, pedía la presencia de las más solicitadas vedettes de la época, así como artistas que daban la hora.

En su momento se le relacionó con Susan León, Susy Díaz y hasta con la Sra. Mundo Lucila Boggiano de Zoeger. Sus fiestas eran a todo dar con las orquestas de moda y los más finos tragos. Se quería parecer a los patrones de la mafia colombiana.

Cuando ya se sentía acorralado tuvo que huir a Cali y tiempo después lo capturaron. Denunció torturas por hablar de más, luego pasó al anonimato hasta la semana pasada cuando recuperó su libertad.

Dice que se va a su natal Campanilla donde lo esperan su esposa e hijos. Ahora se va a portar bien porque aprendió de sus errores y hasta se atrevió a aconsejar a los más jóvenes: “No sigan mi ejemplo”.

Vaticano debe ser por el momento uno de los ex narcotraficantes ya “plantado”, no como otros que en el camino encontraron la muerte.

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