Jean Ferrari: “Que me digan ‘Palomilla de ventana’”
Con él podría decirse que la “chapa” no hace al monje. Si alguien pensó que Jean Ferrari se sintió mal cuando fue bautizado como “Palomilla de ventana”, se equivocaron.
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Con él podría decirse que la “chapa” no hace al monje. Si alguien pensó que Jean Ferrari se sintió mal cuando fue bautizado como “Palomilla de ventana”, se equivocaron.
Él no se hizo ni se hace problemas. En la cancha demostró que era todo lo contrario, que no se creía “bacán” sino que jugando se hacía respetar, mostró que sí tenía calle y esquina.
Hoy, Ferrari, después de colgar los chimpunes (apareció en 1993 en San Agustín, también estuvo en otros clubes, incluidos tres del extranjero), estudiar, titularse, ejercer como entrenador y desempeñarse como gerente deportivo de César Vallejo.
Se siente cómodo, como antes en la cancha y cuando –le dicen– su “chapa” también, es como su segundo nombre.
—¿Te molestaba que te digan “Palomilla de ventana”?
—No, para nada.
—¿Antes tampoco?
-No. Mas bien mi familia no pensó que yo iba estar en el fútbol mucho tiempo (18 años. Se retiró el 2011)
—¿No les gustaba que seas futbolista?
-No. Querían que sea ingeniero, economista o abogado (su mamá, Nancy Chiabra, es abogada)
—¿Y político? Tu mamá fue alcadesa de Bellavista
-Lo mío era el fútbol. Y sí, mi madre fue alcaldesa. Y no sabes qué pasó...
—¿Seguro una travesura?
-Nos robábamos la revista El Gráfico de Argentina de los quioscos con mi hermano. Un día nos chapó la policía y nos llevó a la Municipalidad, ahí mi mamá nos metió un “café” y nos dijo que estábamos haciendo quedar mal a la familia.
Aprendimos la lección y nos sirvió para nuestra vida posterior, porque el apellido Ferrari Chiabra se debe respetar y así lo hice a lo largo de mi carrera.
LABOR DE GERENTE.
—Se te ve raro como gerente de un club. ¿Qué tal en Vallejo?
-Bien, estoy contento de trabajar en una institución muy seria y responsable.
—¿Le costó a la dirigencia trujillana convencerte, pues tu idea, creo, era seguir como entrenador?
-Sí. Tuve un paso fugaz como entrenador, pero me siento cómodo en esta labor.
—¿Es un trabajo sacrificado?
-No, mas bien gozo con él. Elaboramos proyectos, desarrollamos temas que en el Perú no se hace, es gratificante.
—¿Qué gestiones has hecho hasta ahora?
-En tres meses hemos construido un estadio en Casa Grande y me siento orgulloso de eso.
NO TIENE PERDÓN
—El fútbol te dejó grandes amigos, pero también enemigos. ¿Solucionaste tu problema con Roberto Mosquera?
-No, olvídate. Para mí Mosquera es una mala persona y punto.
—¿Alguna vez lo tuviste en frente y le dijiste lo que pensabas?
-Sí, se lo dije en su cara y se lo seguiré diciendo siempre, porque se portó mal conmigo.
—¿Él dice que lo odias porque te sacó de Municipal?
-Mentira, yo me fui de Municipal. El presidente del equipo nos reunió y a Mosquera le dije en su cara todo lo que tenía que decirle. “Primero te lo digo en tu cara y luego diré lo que eres”, le dije.
—¿No hay posibilidad de que se hagan amigos?
-No. Es una mala persona, un hipócrita y maletero; así de simple. Yo no aguanto pulgas.
—¿Qué te dejó tu paso como asistente técnico en León?
-Muchos conocimientos y aprendizaje. Yo de todo siempre rescato algo. En León aprendí mucho como asistente del “Maño” Ruiz, él es un técnico mundialista y que ha obtenido muchos títulos en su carrera. Eso no es poco.
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