Según un estudio de la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey (EE.UU.), el amor que sentimos cuando nos enamoramos es una reacción más corporal y química que del corazón.
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El estudio señala que, el amor romántico se puede dividir en tres categorías: lujuria, atracción y cariño, y aunque unas se solapan con otras, cada una de ellas está mediada por su propia combinación de hormonas.
Lujuria: las responsables son la testosterona y los estrógenos.
Atracción: creada por la dopamina, la norepinefrina y la serotonina.
Cariño: mediado por la oxitocina y la vasopresina.
El informe señala que, la lujuria, que sería la primera fase de lo que llamamos amor, es el deseo de obtener una gratificación sexual. Aquí el hipotálamo juega un importante papel estimulando a los testículos y los ovarios para que produzcan testosterona y estrógenos. Aunque una y otra hormona se consideran tradicionalmente masculina y femenina respectivamente, ambas están presentes en ambos sexos y tienen sus funciones.
Según la doctora, Helen Fisher (jefa del estudio realizado), la atracción incluye los mecanismos de recompensa del cerebro, que es en parte el motivo por el que las primeras semanas o meses de una relación amorosa pueden ser tan emocionantes y absorbentes.
En esos mecanismos interfieren varias sustancias. Una de ellas es la dopamina, generada en el hipotálamo, que es segregada cuando hacemos algo que nos hace sentir bien. En este caso, esas cosas que nos hacen sentir bien serían pasar tiempo con la persona amada y mantener relaciones sexuales con ella. Cuando nos sentimos atraídos por una persona segregamos mucha dopamina y mucha norepinefrina, otra sustancia relacionada.
La combinación de ambas nos hace sentir como mareados, eufóricos, hiperactivos e incluso nos quita el apetito y el sueño: llegas a estar tan enamorado que ni comes ni duermes.
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En cuanto al cariño, la hormona oxitocina se produce en el hipotálamo y es liberada en grandes cantidades durante el sexo, pero también en el momento del nacimiento de un bebé y durante la lactancia. Parecen actividades extrañas para que estén tan relacionadas entre sí, y no todas son necesariamente agradables, pero tienen un factor común: preceden a un momento de unión, de vinculación especial entre dos personas.