La noticia me cayó como un baldazo de agua fría. Mauricio Fiol ha dado positivo en control antidopaje, repetían en la radio. El joven peruano que había sido capaz, a brazada limpia, de dejar atrás a nadadores rankeados para conseguir una medalla de plata, empezaba a hundirse entre el asombro y la vergüenza por el despojo de su conquista.
La noticia es mala desde todo punto de vista. Aunque Mauricio asegure que siempre jugó limpio, que nunca tomó nada para sacarles ventaja a otros competidores y que no sabe qué fue lo que realmente sucedió para dar positivo.
Ha pedido disculpas a todos por este mal momento. De hecho, la debe pasar bien mal. Es comprensible. Sabe que será tan vapuleado por su presunto error, tanto como hace poco fue aplaudido. Pero lo que más le debe doler es que su carrera que recién empieza, puede haberse ya terminado.
Me dio bronca la noticia. Y pena. Y decepción. Y otra vez esta pregunta que da vueltas en la cabeza: ¿Por qué nos pasa esto a los peruanos, acaso no podemos tener una alegría completa? Siempre somos víctimas del casi casi. Algunos creerán que es una maldición. Otros dirán que hace rato Dios se olvidó que era peruano.
Habrá quienes se atrevan a sugerir que existe un complot contra Fiol en los Panamericanos, porque las grandes potencias deportivas no iban a aceptar tan fácilmente que un muchachito de un país sin tradición medallera los desplace del podio.
¿Y si todo fue producto de una irresponsabilidad? No voy a hacer leña del árbol caído. Fiol ya está sufriendo las consecuencias de haber dado positivo. Pero él tiene asesores, entrenadores, médicos a su alrededor. ¿Quién le permitió tomar algún medicamento o sustancia que se sabe está prohibida? ¿Fue una decisión individual? ¿Le dieron algo para potenciar su musculatura sin que él lo sepa?
Hay mucho por decir (e investigar). Porque se está truncando una carrera aquí. Y, lo que es peor, se está avergonzando a todo un país con este dopaje.
Si Fiol es inocente, ya se sabrá. El Comité Olímpico le ha aconsejado que piense bien si va a apelar o a pedir la contraprueba, porque si cualquiera de estas dos vías que tiene para defenderse, ratifican que sí consumió una sustancia prohibida, la sanción será mayor.
Es mejor, entonces, hacer un mea culpa si muy dentro de su conciencia sabe que tiene alguna responsabilidad. Yo quisiera dudar. Pero cuesta. Ojalá se tratara de un error. Qué no daríamos para que fuera así. Mientras tanto, a comernos la vergüenza.
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