Por: Lucho Camino
La noticia la escuché mientras realizaba una carrerita: “Murió el congresista Javier Diez Canseco”. No lo podía creer. Era sábado, cerca de las once de la noche. Mi pasajera también lamentó esa triste información. “Se fue un gran hombre. Yo voté por él toda mi vida y siempre destacó por ser un luchador social”, me dijo.
Ahora que recuerdo, hace varios años leí una entrevista que le hicieron en la que explicaba por qué decidió apostar por los más pobres, pese a haber nacido en el seno de un hogar acomodado.
“Yo no me acerqué a la política porque primero leí a Marx, sino porque me fui dando cuenta de que hay un grupo de peruanos que vive en una torre de cristal”, manifestó en aquella oportunidad.
Esa gran sensibilidad social lo empujó a defender las causas más olvidadas. Por eso mucha gente siente ahora que no tiene a nadie que saque la cara por ellos.
Ayer, durante el día, el comentario general fue la partida de este infatigable luchador social.
Un caballero que militó en la izquierda por los años 80 me comentó mientras lo llevaba al velorio en la Casona de San Marcos que Diez Canseco aprendió a conocer a ese otro Perú, gracias a Teófila y Humberto Cancino. La señora se ocupaba de él y su familia, en tanto el segundo era el chofer de la casa. “Fue una persona que lo dio todo por los demás y hoy todos van a despedirse de él en reconocimiento a lo que hizo por un Perú más justo”, me cuenta.
Así como este señor, escucho también por la radio a un sinnúmero de personas que solo tienen las mejores palabras para Javier Diez Canseco.
“Solo la muerte pudo con él, pero no los corruptos. A ellos los combatió siempre”, dice un oyente.
“Hizo mucho por las personas discapacitadas”, opinó otro radioescucha.
Creo que todo lo que aportó a la política peruana con su decencia y apuesta por los más pobres siempre será recordado en todos los rincones de nuestro país.
Por eso es grato encontrarse con jóvenes de veinte años que ahora también reconocen el trabajo que desarrolló durante más de tres décadas.
“Mi papá en casa siempre hablaba de él, y yo desde que estoy en la universidad lo he visto en varios conversatorios”, me dice este sanmarquino.
El recuerdo de los hombres buenos no se borra nunca, Javier no ha muerto, sigue vivo en el corazón de todos los peruanos. Descansa en paz.
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