Antiguamente había la creencia de que el laurel ahuyentaba a los malos espíritus y protegía de enfermedades e infortunios. Los antiguos griegos lo usaban en sus adivinaciones.
La “flor de cadáver” vive en el sudeste de Asia y produce un nauseabundo olor a carne podrida y excrementos para atraer a los insectos.
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