Legado de la Generación del 98

La conocida Generación del 98, término que fue acuñado por Ortega y Gasset, es popularizado por Azorín (José Martínez Ruiz) en 1913.

Lo forma un grupo de escritores que asumieron la decadencia ante el desastre colonial y se comprometieron con la realidad, pretendiendo buscar una solución para transformar España.

Los escritores de esta época experimentaron con todos los géneros y contribuyeron a la renovación de la novela.

En cuanto al tratamiento de los temas, vierten sus angustias, temores y su concepción del destino de la vida y del hombre.

También adoptan una postura idealista ante la regeneración social. Consideraban que el cambio de una nación se puede lograr modificando la mentalidad de su pueblo. Se preocupan por la situación nacional, convirtiendo a España en eje central de sus obras. 

Estos escritores coinciden con los modernistas en el rechazo del positivismo y de la literatura realista. 

Exaltan el paisaje, los hechos cotidianos y los pueblos. Se interesan por su historia en un afán de captar la esencia de los lugares. 

Para ello viajan por los campos y ciudades para intentar recrear literariamente la historia de su país. Critican a los gobernantes corruptos, el atraso y vicios.  El liberalismo era común a la mayoría de ellos.

Lenguaje especial

Su lenguaje y estilo común es opuesto a la generación anterior. Se rebelaron contra la prosa grandilocuente de finales del siglo XIX. Se convierten en auténticos renovadores del panorama literario. 

Los autores de esta generación tienen influencias por clásicos como el Poema de Mio Cid, Cervantes, Góngora, entre otros.

Entre los representantes más destacados figuran: Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Ramón del Valle Inclán y Antonio Machado.

El aporte de Unamuno

Fue catedrático y hombre de gran cultura, ejerció el liderazgo de la Generación del 98. Es una figura clave del pensamiento español, pero también un personaje público controvertido y socialista en su juventud, apoyó las ideas republicanas en un principio. Sus obras siempre escritas con estilo sobrio y preciso reflejan la existencia humana como conflicto permanente entre el sentimiento de la inmortalidad y la fe en Dios y la razón.