Los cronistas Inca Garcilaso de la Vega y Juan Díez de Betanzos recogieron dos leyendas importantes en la historia del Perú que explican el origen de los incas.
En las regiones cercanas al Lago Titicaca, los hombres vivían como salvajes, no tenían religión ni leyes. Estos habitantes desconocían la agricultura y no poseían tecnicas de textilería por lo cual andaban desnudos.
Tenían como hogares a las cavernas y se alimentaban de la caza y recolección de alimentos. El dios Inti se compadeció de aquellas personas y envió a su hijo, Ayar Manco, también conocido como Manco Cápac, junto con su hermana Mama Ocllo para que civilizaran a esas poblaciones bárbaras y fundara un imperio que lo honrara.
Le proporcionó a Manco Cápac una vara de oro para que buscara la tierra prometida. Les recomendó viajar hacia el norte del lago Titicaca y hundir el bastón de oro en las tierras por donde pasaran hasta encontrar el lugar en donde se hunda la vara con facilidad. Allí debían fundar el imperio.
Pasaban los días y Manco Cápac no hallaba la tierra en donde el bastón se hundiese con facilidad. Pero un día al llegar a un valle majestuoso acordonado por bellas montañas la vara de oro se enterró en el suelo.
Ese lugar fue el Cusco y se convirtió en la capital del Imperio de los Incas.
Manco Cápac emprendió la civilización del valle. Se dedicó a enseñarles a los hombres normas de convivencia en sociedad y a adorar al dios Inti. En tanto, Mama Ocllo les enseñó a las mujeres técnicas de textilería y labores domésticas.
En la gran montaña Pacaritambo, tras una gran diluvio, aparecieron los hermanos Ayar. De la montaña llamada Tampu Tocco partieron cuatro jóvenes con sus esposas, Ayar Manco y Mama Ocllo, Ayar Cachi y Mama Cora, Ayar Uchu y Mama Rahua, Ayar Auca y Mama Huaco.
Los hermanos Ayar al ver la pobreza de la tierra enprendieron un viaje en búsqueda de un lugar más fértil. Ayar Cachi tuvo un altercado con sus hermanos, le ordenaron regresar a las cuevas de Pacarina a buscar semillas pero le sellaron la salida con una roca y nunca más salió.
Los demás siguieron su camino y encontraron un ídolo de piedra. Ayar Uchu saltó sobre las espaldas de la estatua y quedó petrificado. Los otros hermanos siguieron su camino y en el transcurso del viaje Ayar Auca fue convirtiéndose en estatua. El único hermano, Ayar Manco, llegó a Cusco y encontró buenas tierras, hundió su bastón de oro, y así fundó el Cusco, centro del Imperio Inca.
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