Las festividades de fin de año tienen su origen en antiguas fiestas paganas europeas dedicadas al solsticio de invierno. La influencia de la iglesia Católica, cuando fusionó estas celebraciones con el nacimiento de Jesús, despojaron a las fiestas de Año Nuevo de toda razón de ser por largo tiempo. Eso explica que hasta fines del siglo XIX, no hubiera celebraciones de Año Nuevo, sin embargo fueron los restaurantes europeos, los que devolvieron el jolgorio y la alegría a esta fecha.
La celebración del Año Nuevo, como se vive hoy, empezó en los primeros años del siglo XX. Ahora pensar en Año Nuevo es pensar en amarillo, pero ¿sabes cuál es el origen de la costumbre de usar ese color? Según la tradición, el amarillo es el color del Año Nuevo porque se le ha considerado como una tonalidad vigorizante, porque el sol tiene ese color; por lo tanto, el amarillo representa la eternidad y el resurgimiento. Es una nueva etapa, un cambio de energía y una oportunidad para dejar atrás todo lo malo. Usar ropa amarilla al finalizar un año y comenzar otro dota de sugestividad emocional muy fuerte que provoca un cambio de actitud real.
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