De forma valiente, la periodista confirmó que fue víctima de violencia por parte de una ex pareja. “Sí, a mí me pasó. Yo fui víctima de violencia. A mí me golpearon, me maltrataron psicológicamente, me amenazaron y me humillaron”, relató en la web Altavoz.pe.
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Señaló que todo empezó cuando le reclamó a su agresor, de quien no quiso revelar el nombre. “Después de haber recibido todo tipo de mentiras no aguanté más. Le dije todo lo que pensaba. Su respuesta fue inmediata, paralizante”.
“Recuerdo muy bien cómo me lanzó en la cama y me ahorcaba mientras me decía todas las groserías que había aprendido a lo largo de su vida. Traté de defenderme con las manos, las piernas y las uñas. Logré pararlo”, prosigue.
“Quise salir corriendo, pero debía bajar las escaleras. Él se plantó al frente y lo evitó. Se me ocurrió correr al baño, pero él me alcanzó impidiéndome cerrar la puerta. Me empujó y ahí dentro me estampó sin piedad contra la pared, chancando mi espalda y cabeza una y otra vez. Yo no me rendía”.
“Pude patearlo en el baño. Otra vez corrí hasta llegar a las escaleras. Él hizo lo mismo y ahí, cuando en el alboroto me disponía a bajar, me empujó y yo caí. Rodé por varios escalones. Quise pararme para llegar a la puerta. No lo conseguí. Él me agarró de los pelos, me tiró al suelo, me arrastró por toda la sala, me levantó nuevamente de los pelos, me tiró al sofá y cada vez que yo trataba de arañarlo, me metía un puñete”.
“Recuerdo que le gritaba que lo denunciaría y su respuesta fue más escalofriante que los propios golpes: ‘por eso no te voy a destruir la carita, porque así nadie te hará caso’”.
“En ese momento me di cuenta de que estaba ante un ser enfermo. Lo único que le hizo a mi rostro fue meterle una cachetada. El resto de golpes fueron en la cabeza, la espalda, los brazos y las piernas. Al día siguiente volví para recoger mis cosas –sí, lo sé, gran error– y encontré a un hombre que parecía muy tranquilo, como si nada hubiera pasado”.
“Empezó nuevamente la discusión y, de pronto, un fuerte dolor en mi vientre no me dejó ni respirar. Yo estaba embarazada y, producto del estrés, el trauma y los golpes, tuve una pérdida. Él me llevó a la clínica, no sin antes amenazarme mil veces para que no contara nada a la doctora ni a mi mamá. Y por supuesto que lo escuché. Le hice caso, pues sentía pánico y vergüenza”.
“Un par de días después me armé de valor y fui a sentar una denuncia. Comenté lo de la pérdida, pero había ocurrido al día siguiente. No se lo había dicho a la doctora, así que no existía registro. No me importó. Mi cuerpo seguía lleno de moretones y quería que él fuera castigado, para que nunca más se atreviera a levantarle la mano a una mujer”.
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