No es extraño que muchas mujeres alguna vez en su historia sexual hayan fingido un orgasmo frente a su amado y él ni siquiera se enteró de que era parte de una excelente escena digna de un premio Oscar. El hecho de que una mujer finja un orgasmo no debería enfrentar a los varones con su capacidad erótica, pues precisamente no les corresponde la responsabilidad del clímax ajeno.
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Los varones se esfuerzan por disfrutar del placer sexual y orgasmear. Desde su despertar sexual se les ha enseñado a autodescubrirse y a disfrutarse en el sexo sin complejos ni tabúes; entonces, les pido no nos juzguen porque nosotras fuimos educadas para reprimir nuestros deseos sexuales. A esto súmenle que la genética nos regaló un clítoris que está a cuatro centímetros sobre la cavidad vaginal y que rara vez tiene contacto directo con la virilidad, por tanto la naturaleza genital de las mujeres es más compleja.
Sumando nuestra complejidad –física y mental–, las posibilidades orgásmicas femeninas disminuyen para alcanzar la máxima alegría corporal. Si bien la capacidad erótica parte de uno mismo, la primera regla en la cama es: “dar placer para recibirlo”, en la misma medida. Esto tiene que ver directamente con las neuronas espejo cuya misión principal es reflejar la actividad que estamos observando. Es decir que si ves a alguien bostezar tú bostezas, si alguien se excita tú te excitas. Entonces, caballeros, mientras su compañera más se estremezca de placer, ustedes harán lo mismo y su experiencia será apasionante.
Me atreveré a sugerir sin tapujos (¡qué novedad en esta columna!) aquello que por experiencia propia funciona de manera infalible cuando se trata de complacer a una dama.
La predisposición para el disfrute es el punto de partida de un clímax y para que una mujer lo logre debe sentirse cómoda, segura y totalmente libre con su compañero. Así, ella podrá contarles cuál es su ruta del placer y cuando esto suceda estén abiertos a la experiencia; no juzguen, no se espanten o se nieguen rotundamente a cumplir una fantasía, porque la mente femenina puede ser mucho más perversa de lo que ustedes imaginan.
A diferencia de los varones, las mujeres tenemos un órgano específico para el placer (clítoris) que con lo único que se podría comparar en la genitalidad masculina es con el glande del pene por el nivel de sensibilidad; sin embrago, el clítoris posee millones de terminaciones nerviosas extras que lo hacen extremadamente delicado y la mayoría de las veces cuando tratan de estimularlo se exagera en la intensidad de la caricia –oral o táctil– y ustedes nos llevan en cuestión de millonésimas de segundo del placer al dolor profundo. Es nuestro botón del placer, el detonante del orgasmo femenino, por eso hay que tocarlo con el pétalo de una rosa y con una lengua muy húmeda.
El cuerpo femenino es todo un misterio sensorialmente, lo más recomendable para llevarnos directo a la cresta de la lujuria es explorarnos con delicadeza y esmero, pues solo así descubrirán los secretos mejor guardados de la sexualidad femenina.
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