La rebelión de Juan Santos Atahualpa, conocido también como “Apu Inca Huayna Cápac”, se desarrolló en la selva central, entre los departamentos de Huánuco, Junín, Pasco y Ayacucho. Fue una de las más importantes del siglo XVIII, no sólo por su larga duración (1742-1752), sino también por su propuesta mesiánica y sus éxitos militares.
La vida de Juan Santos Atahualpa es, sin embargo, un misterio. Abundan las especulaciones sobre su educación, orígenes e inclusive la fecha y circunstancias de su muerte, hechos que contribuyen a darle una imagen de leyenda.
Juan Santos nació en el Cusco o en un poblado cercano, unos treinta años antes de liderar la rebelión, alrededor de 1712. Estudió con los Jesuitas en el Cusco y gracias a ellos viajó por España, Francia, Inglaterra y Angola.
Se dice también que además del castellano y el quechua, hablaba el latín y varios dialectos selváticos.
Se dice que estando en Huamanga (Ayacucho) cometió un asesinato lo que lo llevó a refugiarse en la selva y gestar desde allí su revolución.
Un par de años antes de organizar su levantamiento trabajó con los franciscanos en Chanchamayo, donde la orden controlaba la explotación de la sal del cerro Gran Pajonal.
La mano de obra utilizada en aquella empresa eran los asháninkas, que trabajaban en unas condiciones de explotación que impresionaron a Santos, generando en él la idea de la insurrección.
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