No solo de fútbol se puede vivir. César Ccahuantico, ex volante de Cienciano, se las ingenia en tiempos de pandemia. El Sinchi nos habla de su presente y recuerda anécdotas de su paso por la selección.
— ¿Qué ha sido de tu vida?
—Trabajando en algunos emprendimientos, hay que ingeniárselas, chamba es chamba.
— ¿En qué emprendimiento estás abocado?
—Lancé mi marca agua mineral Sumac. Con mi hermano tenemos un terreno en Urubamba, donde hay una conexión con el subsuelo, de donde brota agua. Hicimos el estudio, el resultado fue que es agua natural alcalina, saludable y no necesita tanto proceso como otras marcas de agua.
— También tienes un restaurante.
—El Burrito es el negocio de mi mamá, quien empezó vendiendo comida en la calle. El local tiene más de 30 años y durante la cuarentena ayudé con el reparto por delivery.
— ¿Y sigues en el fútbol?
—Sí, con mi escuela de fútbol, mi sueño es que algún chico llegue a Primera.
— ¿Y no piensas dirigir?
—Hice la carrera de entrenador, antes de la pandemia iba dirigir en Copa Perú en un club de Abancay, pero todo se frustró. Ya habrá oportunidad de dirigir.
— ¿Qué recuerdas de tu paso por la selección?
— Era el único inquilino en la Videna cuando entrenaba con la selección porque no tengo casa en Lima y Jefferson Farfán llegaba tempranito a las 7:30 a.m. y hacíamos hora.
— ¿Tan temprano?
—Me contaba que venía desde Villa María y se tomaba dos combis. Mirábamos los carros de Pizarro, del Cóndor Mendoza y me decía: “¿Algún día tendremos ese tipo de carros?”. Hoy Jefferson tiene una flota de autos.
— Cuéntame algo de Claudio Pizarro.
—En la selección estaba mi paisano, conocido como Chaval, quien era el utilero. Iba ser mi primer entrenamiento y no encontraba el cesto con mi ropa. Pensé que me estaba agarrando de gil, me molesté y le dije: “Oye, saccsa (piojoso, arapiento en quechua), ¿dónde está mi ropa?”. Y me respondió: “Acá al lado del más grande, Pizarro”. Claudio me miró y se rió.
— ¿Qué te dijo Claudio?
—Me comentó que en Alemania su empleada es de Cusco y le hacía bromas en quechua, que no entendía. Le enseñé algunas palabras y frases en quechua.
— ¿Fuiste su profesor?
—Así es. Claudio tenía su libreta donde tomaba nota. Le enseñé algunas palabras, cómo se escribía y se pronunciaba. Fue mi alumno. Ja, ja.
— Otra anécdota.
—A la hora de comer los celulares debían estar apagados. Un día me olvidé de apagar mi teléfono y durante el almuerzo suena. Hubo silencio, era mi enamorada.
— ¿Qué hiciste?
— Para barajarla contesté y en tono serio dije: “Señor alcalde, no le puedo contestar, llámeme por la noche”. Pepe Soto me preguntó quién era. Le dije que era el alcalde del Cusco y todos se mataron de risa, inclusive el profe Autuori. Desde ahí y hasta ahora algunos me llaman alcalde. Ja, ja.
— Alguna de Cienciano.
—El hijo de Juvenal Silva era el psicólogo del equipo. Un día mandó llamar a Lugo para unos tests. El paragua se asó y le dijo: “¿Acaso por pasar un test voy a jugar mejor?” y lo mandó ya sabes a dónde. Al día siguiente apareció Juvenal y mandó llamar a Lugo.
— ¿Qué pasó?
—Pensamos que lo iba a sancionar. Al final le dijo: “Bien, Lugo, por poner a mi hijo en su lugar”. Ja, ja.
— ¿Qué otros planes tienes?
—Me gustaría postular al Congreso para trabajar por el deporte, no como otros que llegaron al Congreso con ese cuento y no hicieron nada. Sé cuál es la problemática, hay talentos que se pierden por falta de oportunidades.
—¿Recibiste la invitación de algún partido?
—Sí, pero no estaba muy convencido, ahora así y me voy a preparar. Quiero servir a mi país.