Loco por el fútbol. Quién no recuerda a Mauricio Martínez, quien por el 2000 dejó huella en Cienciano por sus extravagancias y goles que llevaron al Papá a su primera incursión en la Copa Libertadores.
Ya retirado del fútbol, el ex delantero uruguayo, en charla con DirecTV, recordó su paso por el fútbol peruano, en el que debutó en primera a los 30 años. Hoy ya cumplió medio siglo de vida y la hace de albañil.
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—¿Qué ha sido de tu vida?
—Trabajo en construcción desde las 6 de la mañana hasta las 5 de la tarde. A mis 50 años me siento bien. Cada 15 días, por esto de la pandemia, voy a Mercedes, mi pueblo, para ver a mi familia.
—¿Cómo se da tu llegada a Cienciano?
—Yo jugaba fútbol amateur en Uruguay y un empresario me vio y me llevó a un club mexicano a inicios del 2000, pero me dijeron que el libro de pases estaba cerrado. Me alcanzaron propuestas de Honduras, Nicaragua y de Perú en Cusco. Yo no conocía Cusco y decidí ir a Cienciano.
—¿Cienciano fue tu bautizo en el fútbol profesional?
—Mi debut en el fútbol profesional fue en Cienciano a los 30 años, venía de trabajar en construcción. Fue hermoso concentrar en buenos hoteles con piscina, tener buena comida, lo cual nunca había imaginado.
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—¿Por qué tan tarde fue tu debut en primera?
—Jugaba al fútbol amateur y a la vez trabaja como albañil, ganaba mejor que jugando en primera en Uruguay esos años.
—¿Qué balance del tiempo que jugaste en Perú?
—En los cuatro años que jugué en Perú pude comprarme dos casas y un terreno para todos mis hermanos, que somos 27 entre madre y padre. Muchos futbolistas peruanos, en vez de arreglar o comprar una casa, se compran un auto último modelo. Yo recién hace poco pude comprarme un auto.
—Tu vida fue dura.
—Mi infancia fue dura. A los tres meses de nacido mi madre me abandonó a mí y a mi hermano, a él lo crió mi abuela y a mí, los vecinos que se turnaban para cuidarme. Es lindo decir mamá o papá, lo que no pude hacer. Lo que sufrí de chico lo disfruté esos cuatro años que jugué en Perú.
—Esa vez que te pusiste la pelota en la nuca ante Universitario casi te linchan.
—Fue en Cusco, me puse la pelota en la nuca y se armó un lío grande. Se la hice a Chemo. Cuando me buscaban en la cancha, el loquito ya estaba en el camerino. Ojo, dicen que correr no es cobardía, sino seguridad.
—¿Esa travesura te trajo problemas?
—Antes de esa jugada ya tenía todo arreglado con Universitario, pero luego de eso me llamó el presidente de la “U” y me dijo que por payaso ya no había nada. Me hubiera gustado jugar en Universitario con Chemo del Solar, además, estaba lindo para darle un pico, ja, ja, ja…
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—La hinchada de Cienciano no te olvida.
—Cuando perdíamos en Cusco, nadie podía salir porque la hinchada te agarraba a pedradas. Pero yo agarraba mi bolso y me iba a tomar con ellos. La gente iba al estadio para verme, a ver qué locura hacía.
—¿Como qué locuras?
—Me ponía chimpunes de diferentes colores, y al final de cada partido me quedaba calato porque regalaba la camiseta y los chimpunes a los hinchas. Como me salían caro los botines, iba al mercado y compraba esos chimpunes baratos y con eso jugaba. Me hacían doler los pies y se los regalaba a la gente.
—¿Qué recuerdas del Loco Zapata?
—Es mi hermano. Está en Estados Unidos trabajando en construcción. Él era colorado y yo quería ser diferente, por eso me pintaba el pelo. Recuerdo que antes de la Navidad nos disfrazábamos de Papá Noel y regalábamos cosas a la gente, que no se imaginaba que éramos nosotros.
—¿Por qué no seguiste en Cienciano?
—Me fui de Cienciano porque me ofrecían cierta cantidad de dinero, pero querían que les dejara una parte de ese dinero. Cienciano me quedó debiendo 60 mil dólares y Melgar 40 mil dólares. En ese tiempo no había agremiación.
—¿Qué significa el Perú para ti?
—El Perú es mágico y, por si acaso, yo también soy peruano, ya tengo mi DNI. Amo al Perú, me gustaría morir allá.