Se encontraban a miles de kilómetros de distancia, en continentes diferentes, pero el corazón que las une con sus hijas es como uno solo.
Las madres de las “matadorcitas” vivieron su partido aparte en Lima. Con tarolas y bombos, no faltó el clásico ¡Sí se puede! ¡Sí se puede!, mientras el seleccionado juvenil disputaba punto a punto su pase a la final con China.
El algodón con alcohol fue el tranquilizante de las mamás de las seleccionadas que miraban el duelo con ojos llorosos, abrazando las camisetas de sus engreídas, y a punto de desfallecer.
Entre todas se abrazaban, se daban fuerzas cuando el partido se ponía complicado. “¿Qué pasa? ¡Qué no caigan los ánimos!” gritaban una y otra vez cuando el silencio se prolongaba más de la cuenta.
Sentimientos distintos embargaron a las madres de las “matadorcitas” tras el final del vibrante encuentro ante las asiáticas, que culminó en derrota peruana.
Doña Patricia Tagle, madre de Ángela Leyva, no aguantó la tristeza por no llegar a la final estando tan cerca de conseguirlo.
“Solo nos faltaba un punto, era uno más y estábamos en la final. Me da mucha pena”, manifestó entre lágrimas y orgullosa de su heredera y sus compañeras.
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