URCOS. (José Sotomayor). El reloj marcaba las 6:30 de la mañana, el frío aquí era el de siempre, intenso y cruel. José Clavijo llegó al estadio Municipal y buscaba con la mirada y con sus pasos el lugar exacto donde su hijo Yair falleció el domingo, intentando encontrar explicaciones para tanto dolor y angustia.
Uno de los encargados del recinto le indicó el sitio fatídico. El ex futbolista caminó despacio, como en una procesión, hasta la zona central del gramado, con la mirada que no apartaba del césped e hizo un alto, como si cargara una cruz, como en la Vía Dolorosa, camino al Gólgota.
Cada paso era como un latigazo, las caídas del Señor, el sufrimiento en carne propia.
Jamás, ni en su peor pesadilla, imaginó un final así para su hijo, menos en la flor de la vida, cuando todo apuntaba a que llegaría a firmar un contrato profesional con Cristal, también a que se convierta en figura de la selección Sub 18 a la que estaba convocado y más aún, cuando apuntaba a convertirse en un crack.
PASOS TRISTES
Y había una estación más que recorrer. Papá Clavijo dio unos pasos más hacia el sector de tribuna de oriente con un balón en los pies –el juguete que había hecho feliz a los dos– se hincó como implorando un milagro, una bendición, un ruego que todo sea un sueño. Pero no, era verdad. Yair, su hijo querido, su esperanza que ya no es más, ahí, en ese punto verde y frío, el domingo había caído fulminado como por un rayo y nunca más volvió a ponerse de pie.
¿POR QUÉ, DIOS MÍO?
“Hijo”, dijo ahogado en llanto y pesar, “he venido al lugar donde caíste con lo que más amabas: tu balón. No debiste morir aquí; ahora te llevaré a Lima, donde descansarás eternamente y me llevaré todo de acá, no quiero que nada se quede en este estadio. Ahora ya descansas, pronto estaré a tu lado. Dios te tenga en su gloria”.
Quería gritar y quejarse, reclamar, implorar, traer a su hijo de nuevo a la vida. No es posible. Por la tarde, igual de dolido, desilusionado, aturdido también, se llevó a Yair a Lima en un ataúd. Es que en el fútbol no todo es gol y alegría. Hay golpes muy fuertes también.
“Estamos contigo”
José Clavijo estuvo desde el domingo por la noche en Urcos, acompañado por su hermano y otro familiar. Ayer, después de asistir al estadio Municipal, se trasladó al Cusco para terminar las gestiones en la morgue y preparar el viaje en avión. No hubo persona que no se condoliera con su situación y por donde caminaba, le dejaron escuchar palabras de aliento y consuelo.
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