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El caso de Pedro Pablo Nakada, el “Apóstol de la muerte”, el asesino serial que fue abusado por su familia

Actualmente, este asesino en serie se encuentra recluido en el Pabellón de Psiquiatría del Penal de Lurigancho porque fue declarado inimputable para un juicio.

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Pedro Pablo Nakada Ludueña acompañado de dos efectivos policiales | Peru21

Pedro Pablo Nakada Ludueña, más conocido como el "El Apóstol de la Muerte", es uno de los asesinos en serie más sangrientos que ha tenido el Perú. Según su confesiones ante la PNP, él habría asesinado a 25 personas a sangre fría. La mayoría de sus crímenes los realizó en El Agustino.

Este es el caso de Pedro Pablo Nakada Ludueña, un asesino en serie nacido un 28 de febrero de 1973, que tuvo una dura niñez, un padre golpeador y alcohólico que lo golpeaba cada vez que llegaba ebrio a su casa, una madre que no le mostraba afecto y que sufría problemas psiquiátricos y dos hermanos que lo vestían de mujer cuando solo tenía 5 años de edad y lo botaban así a la calle en donde se ganaba la burla de sus vecinos en El Agustino.

El colegio no era su refugio, sino otro lugar donde era atormentado puesto que otros niños también se aprovechaban del carácter callado y sumiso del menor, lo golpeaban y le ‘jalaban los pelos’. “No tenía amistad con otros niños. Me molestaban todo el tiempo”, relató.

"El Apóstol de la Muerte" crecía sin saber lo que significaba ser amado. Esas acciones fueron creando un gran resentimiento en él que, en un principio halló como vía de escape, el comenzar a maltratar y matar animales: gatos y perros primero y luego fue ‘evolucionando’ hacia otras especies.

Algo que lo marcó muy profundamente fue cuando tenía cuatro y años, y fue acusado por sus hermanos mayores de matar a la perra de la familia, que además estaba embarazada. A pesar de negarlo, sus parientes no le creyeron y optaron la peor manera de castigarlo por algo que no había hecho: lo violaron. Hasta hoy jura que él no le hizo nada a esa perrita.

“Es mala, mi familia es mala. Mis padres siempre peleaban. Se insultaban mucho. Mi papá le pegaba mucho a mi mamá. Yo me escapaba de la casa. Pero volvía por no tener dónde comer. Mi hermana me violó, ella era mayor. Mi hermano me obligó a tener sexo oral, yo tenía seis años ¿Hay gente que no me cree? Yo no olvido lo que viví”, fueron algunas de las duras confesiones que dio a la Policía tas su captura.

Una voz interna

Conforme fueron pasando los años, Nakada Ludueña fue escuchando una voz en su interior que le decía que tenía una misión por cumplir en la tierra. Desde ese momento intentó deshacerse de los que él consideraba impíos y pecadores, ingresando al ejército. Aunque por mucho tiempo se creyó que era licenciado de la Fuerza Aérea del Perú, nada era cierto.

Para 1990, Nakada ingresó a as Fuerza Armadas como voluntario para tener algo de autoridad para “eliminar a los enemigos de Dios”. Pero el destino ya tenía signado su camino. Tan solo dos meses después de su internamiento fue expulsado debido a los resultados mostrados por los psiquiatras de Ejército peruano. Comenzaron a prestarle más atención durante el tiempo que estuvo con ellos cuando llegaron rumores señalando que escuchaba la voz de Dios y que creía que todos los pecadores merecían morir.

Los estudios preliminares mostraron que ya mostraba tendencias psicópatas y esto representaba un peligro para la sociedad. Además, de entrenarlo en el manejo de armas, la amenaza se volvía más latente para el resto. “Cuando lo echaron del cuartel, quiso matarse. Tardó casi un año en recuperarse”, relató un primo de él.

Primer asesinato

El primer crimen de "El Apóstol de la Muerte" sucedió en Mala, al sur de Lima, lugar donde fue descubierto robando sandías, sorprendido por el agricultor, decidió matarlo para salirse con la suya.

Según los registros oficiales, la escalada de muerte comenzó el 1 de enero del 2005. Nakada se encontraba en la playa Chorrito de Chancay cuando se cruzó con Carlos Edilberto Merino Aguilar (26). Sin mediar palabras le disparó en el tórax y abdomen. Al ser encarado por las autoridades, alegó defensa propia, pues creyó que iba a ser asaltado, aunque fue “Apóstol de la muerte” el que robó todo el dinero a a la víctima.

Casi dos años le tomó a la Policía realizar las investigaciones para dar con el paradero del psicópata que en ese tiempo mató, según sus propias palabras, al menos a 25 personas. “Yo no soy un criminal, soy un limpiador, he librado a la sociedad de homosexuales y vagabundos”, repetía en los interrogatorios

Las victimas conocidas de “Apóstol de la muerte”, además de Merino Aguilar, fueron identificadas como Teresa Cotrina Abad, Walter Sandoval Osorio, Carlos Walter Tarazona Toledo, Gerardo Leonardo Cruz Libia, María Verónica Tolentino Pajuelo, Luis Enrique Morán Cervantes, Pedro Omar Carrera Carrera, Enoch Eliseo Félix Zorrilla, Hugo Vílchez Palomino, Widmar Jesús Muñoz Villanueva, Nell Cajaleón Pajuelo, Nazario Julián Tamariz Pérez, Didier Jesús Zapata Dulanto, Agustín Andrés Maguiña Oropeza, Luis Melgarejo Sáenz y Nicolás Tolentino Purizaca Gamboa.

Le llegó la justicia

El 28 de diciembre del 2006, este despiadado sujeto fue capturado El momento no pudo ser más preciso, pues las autoridades descubrieron que Nakada preparaba, para las fiestas de año nuevo, hacer explotar una granada de guerra en una discoteca de Huaral, donde residía, con la finalidad de acabar con los “perdidos y corrompidos” del país.

SOBRE EL AUTOR:

Somos el equipo de actualidad de El Popular y tenemos las últimas noticias sobre el Gobierno de Pedro Castillo, el anuncio de nuevos bonos y cubrimos acontecimientos policiales de Lima y a nivel nacional.