60 kilos de furia y con una fuerza que podría arrancarte el brazo, así era Lay Fu, un perro salvaje que, tras años de descuido, se había convertido en una máquina de matar. Su única misión era cuidar la cochera de su dueño ubicada en la cuadra 6 de la avenida Abancay en Cercado de Lima.
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Es así como el 11 de julio del 2006 un avezado delincuente ingresa a la cochera e intenta llevarse varios objetos de valor, pero lo único que halló fue la furia de Lay Fun, acumulada por años debido a una mala crianza.
El hombre perdió la vida. Al día siguiente el rottweiler, de 5 años, fue llamado “asesino, salvaje y violento”. Condenado a una pequeña celda y llevado a un Centro Antirrábico de Chacra Ríos el futuro de Lay Fun era el sacrificio.
Tras ello se generó un gran debate ¿el animal era malo? O actuó por instinto tras años de descuido. La población salió a defender al perro y varios activistas marcharon en contra del sacrificio. En se momento Lay Fun se convirtió en ejemplo, un símbolo de la “lucha contra la delincuencia” que, en aquel momento, se había intensificado.
Posteriormente el abogado Juan Aragón Villena logró que el perro no sea sacrificado. Entonces Lay Fun dejó la celda del centro antirrábico para llegar a la sede de la División de la Policía Canina del Rímac, más conocida como El Potao.
En esa comandancia Lay Fun recibió el cariño que tanto necesitaba, fue amado y luego se convirtió en un perro policía ejemplar. Participó en actividades de la policía canina e incluso en eventos con niños. El rottweiler tildado de salvaje fue entonces un ejemplo para varios animales.
Finalmente, cinco años después Lay Fun fue dado de baja del Escuadrón Canino de la Policía Nacional debido a un problema en su pata izquierda y a su avanzada edad.
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Un año después, el valeroso perro falleció. “Tenía una hoja de servicio ejemplar”, dijo Olger Benavides, jefe de la Policía Canina, como ensayando un discurso de homenaje póstumo, donde también se hizo una estatua a su nombre.
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