Sí, yo no celebro el Día del Padre, y no se trata de rencor. Aunque mi madre siempre me inculcó el respeto y el amor por él, yo no entendía de ausencias. Mi papá y yo compartimos pocos momentos juntos, y aunque lo intentó, el tiempo fue corto para ambos.
Él ya no está aquí, estoy segura que una parte de mi lo extraña, sin embargo, el tiempo lo cura todo. Quizá no sirva de mucho escribirte ahora, pero es inevitable en esta fecha. Esta carta es para ti, papá.
“Querido papá,
Sí, siempre he querido llamarte así, desde que era pequeña y salía del jardín con la esperanza de ver tu figura esperándome en la puerta. Hubiese dado cualquier cosa por tener un recuerdo así, como el de cualquier niño de edad. Mamá siempre trabajaba, pero pese a sus responsabilidades, siempre se daba un tiempo para recogerme, y ella no podía, estaban mis hermanas.
El dinero siempre fue un problema en casa, mamá debía velar por nosotras, asumir el rol de un padre, un papel que debías haber tomado en aquel tiempo. Entiendo, quizá también tenías problemas que solucionar. En mi niñez aparecías a destellos, te llenabas de orgullo con cada uno de mis triunfos.
Está bien, creo que eso es algo que deben hacer todos los padres, sin embargo, yo no sabía cómo empezar a querer a una persona que vagamente conocía. Mamá siempre mantuvo la puerta abierta, pero creo que no fue importante para ti pasar tiempo con nosotras.
Los años pasaron y aunque tu ausencia ya era normal para mí, agradezco que te hayas preocupado por mis estudios, me hacía sentir que de alguna manera estaba cerca. La adolescencia a veces complica las cosas y yo traté de que no sea así. Aunque no estuviste en la mayor parte de mi vida, no puedo negar que verte en mi graduación de secundaria fue y será mi mejor recuerdo.
Me conocías poco, y yo también, pero tratamos que eso no pese tanto como el cariño que sentíamos el uno por el otro. La adultez llegó en un abrir y cerrar de ojos y pude entender que, pese a tus visitas fugaces, me querías.
El silencio se extendió más de lo debido y un día fue infinito. La muerte te llevó antes de que podamos estrecharnos en un abrazo y reconciliar el corazón. No hubo tiempo para despedidas ni llantos. La muerte es muchas veces esquivas.
El tiempo ya pasó y aunque aún no entiendo del todo tu ausencia, entiendo que la vida me recompensó con una gran madre. No te sientas triste, la vida es así. Así que, tranquilo, perdono tu abandono, porque a pesar de todo fui afortunada en conocerte.
Supiste elegir bien a la mujer con la que te casaste, y aunque nos abandonaste, aprendimos a ser fuertes y no rendirnos ante las adversidades. Mi corazón aprendió a perdonar, así que es momento de dejarnos ir. Desde aquí: ¡Feliz día del Padre!”.
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