El analista política y periodista Luis Davelouis decidió pronunciarse luego de casi dos días de haber guardado silencio sobre la denuncia por violencia que pesa en su contra, por parte de su ex pareja, la periodista Marissa Chiappe.
Como se recuerda, Marissa Chiappe realizó una desgarradora publicación en el que narra los episodios de agresión que habría vivido a manos de Luis Davelouis cuando mantenían una relación sentimental hace algunos años atrás.
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La presunta agraviada señaló que Luis Davelouis la humilló y se aprovechó de ella económicamente luego de mudarse a vivir juntos. Es allí donde empezó su ''infierno''.
Ante la grave acusación, Luis Davelouis también emitió un comunicado, que compartimos a continuación de manera íntegra para que se puedan conocer sus descargos.
Buenas:
El domingo por la noche se me aludió en un hilo de Twitter escrito por la Sra. Marissa Chiappe. En efecto, ella y yo mantuvimos una relación de pareja entre finales de 2013 y febrero del 2015. No ha puesto mi nombre porque dice no tener pruebas de lo que dice, pero las redes han ardido conmigo de combustible. Tengo por principio no responder ataques que se lanzan al aire porque quien recoge el guante se inculpa solo.
Como es muy poco probable que la Sra. Chiappe haya comprado dos autos a medias en los últimos seis años, asumiré que está hablando de mí, aunque yo no me reconozca en ninguna de las partes de la historia que ella cuenta con absoluta convicción.
Fue una relación muy tóxica y muy complicada. Muy difícil, sí. Emocionalmente muy intensa y muy dura por momentos; e inestable de ambos lados: ella y yo muy inseguros y en particular yo -estúpidamente y de manera muy miope- me callaba los problemas para no empeorar las cosas. Me equivoqué mucho, sí, pero jamás la engañé, jamás la maltraté, jamás la insulté y nunca tuve la intención de hacerla sentir menos, por debajo de algo o alguien; mucho menos de mí. Si lo hice, no fue a propósito y le pido perdón porque entonces ella era mi familia.
Ella y él.
Y yo vivía para ellos. Y siento muchísimo que se haya sentido así.
Por eso, no creo que Marissa esté mintiendo. Creo que realmente siente lo que dice. La pasó muy mal y a la distancia vivió en un infierno del que yo formé parte. Y pienso que Marissa lo cree genuinamente porque la considero incapaz del grado de maldad que tomaría hacer una denuncia como esa a sabiendas y a consciencia de que es falsa, porque realmente no la creo capaz ni siquiera de imaginarlo.
Al poco tiempo de terminar la relación, me escribió “ya no te tengo miedo”. Y yo no entendí, ¿por qué me debería tener miedo? ¿Cuándo me tuvo miedo? Se lo comenté a varios amigos y amigas que hoy parecen haberlo olvidado. Recién lo entiendo. No lo vi, sigo sin verlo y lo siento.
Pero nunca maltraté a Marissa. Nunca la insulté, nunca la agredí física ni verbalmente. No soy un abusador, no soy un agresor. No lo soy.
Este no es un pronunciamiento público, no está en mis redes sociales por una razón simple: las redes son Salem y hoy me ha tocado ser la bruja. Y no hay nada que pueda decir que cambie eso o que aminore los ardores de las antorchas. Si mantengo en público que es mentira lo que se dice de mí, me acusarán negador y revictimizador; si acepto la difamación oprobiosa y pido perdón por lo que jamás hice, me quemarán igual.
Este desenlace unívoco presenta, sin embargo, una ventaja: el riesgo que asumo es el mismo independientemente de la decisión que tome y este asunto seguirá persiguiéndome por mucho tiempo en las redes de los que no me quieren -que no son pocos- y que ha provocado un frenesí alimenticio con el hueso que les han tirado.
Están en su derecho de creerle y yo en el mío de no acogerme a una falsa confesión sincera en un intento -a todas luces vano- de agradar a las galerías.
Me he demorado en responder porque estaba sobrepasado por las inexactitudes construidas como si fuera una narrativa coherente. Soy inocente de lo que se me acusa, y paso a demostrar algunas afirmaciones que refuerzan la narrativa del hilo de Marissa pero que no se ajustan a la verdad.
Empezaré por lo que más me dolió: Marissa dice que la persona con la que estuvo embarazó a otra mujer mientras estaba con ella. Sin conocerla le escribe #KarmaIsOnYou. Por supuesto, eso no solo la alcanza a ella sino también a la niña de 3 años fruto de esa relación a quien, por supuesto, tampoco conoce. No puedo ser yo porque yo terminé con Marissa hacia fines de febrero del 2015 y la mamá de mi hija y yo concebimos a mi hijita a finales de marzo: nació a los 9 meses exactos un 24 de diciembre por la tarde. Ese acontecimiento está, por supuesto, muy bien documentado.
Conocí a la madre de mi hija en el marco de algunas reuniones en casa de personas preocupadas por la posibilidad de que la mafia alcanzara el poder el 2016. A los pocos días de haber terminado con Marissa hubo una reunión de trabajo y planeamiento en casa de mi actual pareja y ese día les conté a todos que mi parquedad obedecía a que acaba de terminar mi relación con mi pareja de entonces: Marissa. Pasó un mes más hasta que la mamá de mi hija y yo nos convertimos en pareja.
Si Marissa se refiere a mí, mi pareja también está siendo difamada y, a través de ella, mi hija pequeña. Quizás, para los justos, eso sea lo de menos, las antorchas arden demasiado altas como para fijarse en nimiedades como esa. A ellas, no les creen. Por eso dicen que la empatía es como un reflector: solo se puede fijar en un elemento a la vez.
¿Era necesario atacarlas a ellas -responsabilizar a otra mujer y por extensión a su hija menor de edad- para denunciarme a mí? No.
¿Tengo yo un problema con el alcohol? Sí, lo tuve, como pueden atestiguar muchos de mis amigos y de los suyos. Ese ha sido un peso enorme que llevaba sobre los hombros y que caía y cayó sobre todas las personas que se acercaban a mí y afectó todas mis relaciones. Un profundo y grave problema. Todas esas personas fueron testigos de que el exceso no me convertía en un sujeto violento, sino que me noqueaba. Y me tomaban fotos. Marissa, sus amigos, mis amigos. Todos. Yo estaba enfermo, no bebía en exceso para torturar ni desestabilizar a nadie, bebía en exceso para apagarme. Me dormía y al día siguiente me deprimía. Y en las disculpas seguía afirmando una relación tóxica. Era un círculo vicioso.
La única vez que sujeté a Marissa fue de las muñecas, no de los brazos, y lo hice para evitar que me golpee. Contrario a lo que afirma, no tengo grabaciones de dichos acontecimientos. Y así los tuviera, jamás los haría públicos. En todo caso, si ella afirma que no hizo ninguna denuncia porque pensaba que existían esas grabaciones, ¿qué podría haber en esas grabaciones que le impidiera hacerlo? ¿No tenía ella grabaciones de mí en estado deplorable como afirma en su hilo de Twitter?
Otra cosa que encontré sorprendente –porque me afecta la inquina, me es incomprensible- es la historia del auto: Marissa dice que ella pagó la cuota inicial del auto y que yo lo puse a mi nombre. No es cierto: como consta en los documentos del Banco de Crédito, la inicial del auto eran 15 mil soles (alrededor de 5 mil dólares) de los que pagamos 7 mil yo, 8 mil ella.
El auto estaba a mi nombre porque yo pagaba las cuotas mensuales, yo pagaba el seguro del auto y -si mal no recuerdo- yo puse al acreedor solidario. Era mucho más práctico así. De todo esto hay documentos y estados de cuenta. Además, el día que nos separamos ella se llevó el auto y yo lo seguí pagando hasta que, varios meses después, (en mayo o junio) ella pagó el saldo adeudado al banco e hicimos la transferencia en la notaría que estaba en la cuadra 12 de la Avenida 28 de Julio, a algunos metros de la casa de los papás de Marissa. La hicimos en forma de donación a sugerencia de la propia notaría. Todo esto está documentado.
Cuando los visité por última vez para repartir los adeudos, Marissa se levantó de golpe, me dejó las llaves del auto y se fue. Yo no las recibí. Le dije a su mamá que yo no quería ni necesitaba el auto, que –como ella misma sabía– yo había dejado de manejar hacía años y que compramos el auto para ella y para el bebe. Así fue, así era y entiendo que así sigue siendo. Su mamá me dijo: “a mí me preocupa quién está pagando ese auto todos los meses” porque ya habían pasado varios meses desde que nos habíamos separado. La respuesta era simple: yo. Por supuesto, de todo esto también hay documentos, las cuotas del auto se pagaban en forma de débito automático de mi cuenta personal. Si ella se quedó desde siempre con el auto y yo jamás se lo pedí ni intenté quitárselo, ¿qué importaba a nombre de quién estuviera? Importa solo para golpearme, nada más.
Marissa afirma que la persona a la que acusa le pidió 50 mil soles para pagar deudas incomprensibles hasta para su contador. Cuando empezamos a salir yo saqué una tarjeta de crédito negra del Citibank y pedí una adicional para ella dependiente de mi tarjeta. Hay documentos y estados de cuenta diferenciados de esto. Los más de 50 mil soles (60 mil en realidad) incluían lo que faltaba pagar del auto (9 mil dólares y pico) y el saldo de las dos tarjetas de crédito, la mía y la adicional que ella usaba cotidianamente como también consta en documentos y estados de cuenta.
Dado que ambos vivíamos juntos y que ella usaba la tarjeta dependiente tanto como yo, me pareció justo dividir el pago del saldo. La propuesta era vender el auto, con el producto de la venta terminar de pagar el crédito vehicular y con lo que quedara pagar hasta donde alcanzara el saldo de las tarjetas. El resto de la deuda sería dividida entre ambos. Al final, como también consta en documentos, yo me quedé con el íntegro de la deuda de la tarjeta de crédito, ella pagó el saldo del auto y se siguió quedando con él. Luego transferí la deuda del Citi al BCP y ahí sigue y aún la sigo pagando. Tampoco eso que dice ella es cierto.
Marissa dice que la persona con la que estuvo aprovechó su vulnerabilidad tras la tremenda pérdida personal que sufrió para acercarse a ella. Que la amistad que esta persona buscó era interesada, que buscaba envolverla. Sin embargo, tras el accidente de su ex esposo yo nunca fui al hospital acompañarla, nunca fui al velorio ni al entierro. Tampoco la visité, más tarde, tras el nacimiento de su bebé ni fui asistí ni fui invitado al primer cumpleaños de este. Como le consta a mis compañeros de trabajo de entonces, ella solía visitarme en la redacción de economía, que estaba separada del resto de redacciones. Tras el fallecimiento de su esposo, Marissa tuvo dos relaciones con dos personas conocidas de ambos. No es verdad, pues, que yo me haya acercado a ella para absorberla o engullirla usando su vulnerabilidad. Marissa enviudó trágicamente cuando tenía 8 meses de embarazo y para cuando empezamos nuestra relación, el bebe tenía ya más de un año.
Las premisas en las que Marissa ancla sus acusaciones están distorsionadas para que la narrativa tenga coherencia. Pero eso no las hace ciertas. Todo el resto se desprende de allí.
Podría seguir, pero creo que es ocioso y el ejercicio es desagradable para quien lee y triste y doloroso para quien escribe. Pero es necesario poner en perspectiva algunas cosas porque no es justo que se me acuse impunemente de cosas que jamás he hecho. Quiero entender por qué Marissa me acusa así de algo como eso. Quiero identificar el problema. ¿Estaba yo tan mal que no veía lo que pasaba? Y si me es posible y aún estoy a tiempo, quiero ayudar a solucionarlo.
Mi versión no interesa a los guardianes de las buenas costumbres ajenas ni a las hermanas de la indignación perpetua, ellos ya decidieron que soy culpable de cada coma escrita y de cada añadido anónimo. Mi versión tampoco va a cambiar la percepción de mucha de gente ni la opinión que tienen de mí quienes me conocen, quienes creen conocerme, o de quienes no me conozcan. Y aunque al final la verdad siempre se abra paso, las explicaciones oportunas son importantes porque quien calla otorga y aunque nadie me acuse en primera persona, Fuente Ovejuna. Me equivoqué en demorarme en responder, pero como explico al principio, estoy y sigo abrumado; sigo sin poder creerlo.
No tengo interés alguno en revindicar mi nombre por mí. Primero, porque eso no será posible después de esto, menos aún tras ver a algunos de mi “amigos” sacudiéndose mi nombre luego de haber estado tantas veces en mi casa y conocerme como me conocen a mí y conocieron mis relaciones, a veces de muy cerca. Segundo, porque ya perdí mi trabajo, amigos y clientes que decidieron qué era verdad sin preguntar, bien por principio político, bien por miedo a los que deciden por principio político sin necesidad de más información que la que sienten alineada con sus propios ardores o pasados sin preguntarse -ni preguntar- ni cuestionar si lo que tienen delante tiene sentido, aunque sea por ejercicio lógico.
Nada científico, nada periodístico.
Solo me interesa dar mi versión por mi familia a la que le pido perdón por hacerlos transitar esto conmigo. Después de todo, lo que nos pasa, merecidamente o no, son las consecuencias de las decisiones propias que creemos casi siempre libres casi siempre informadas.
Y no, no son.
Muchas gracias por leer hasta aquí.
Luis Davelouis
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