Los residentes de los barrios de Huascarán y Castilla Alta, en el Rímac, señalaron que sus viviendas sufrieron los efectos de las demoliciones y excavaciones de la obra Línea Amarilla a los pocos días de que se iniciaron los trabajos en la margen derecha del río Rímac, hace dos años. Aseguran que vivían en una especie de sismo constante.
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Uno de los casos más llamativos es el de Eladio Lescano, quien contó que las tuberías de agua y desagüe colapsaron por las vibraciones ocasionadas por la maquinaria pesada. Aseguró que los trabajos se realizaban a solo un metro de distancia de su casa.
Fernando Fernandez, presidente de la Asociación de Padres de Familia de Huascarán, detalló que el proyecto Línea Amarilla contemplaba la expropiación de 113 inmuebles, pero la empresa concesionaria solo expropió 58, y el resto quedó cerca de la zona de construcción al no llegar a un acuerdo económico con los propietarios.
Los vecinos, en algunos casos, han tenido que apuntalar sus casas con palos y fierros, mientras que otros decidieron mudarse o habitar solo las partes que no que estén tan dañadas. Ellos temen que, en un sismo de gran intensidad, las paredes se vengan abajo y pierdan la vida.
La empresa Grana y Montero, a cargo de la construcción de la obra, informó que inspeccionaron en el barrio Huascarán 77 predios adyacentes a la obra, logrando determinar que los principales problemas son la antigüedad de las casas y la autoconstrucción.
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En el reporte de "Cuarto Poder", señalaron que, al revisar 34 viviendas de Huascarán, se van a elaborar informes técnicos del estado de las casas, a fin de definir un plan de reparación en coordinación con los dueños. Los habitantes temen que la compañía se retire una vez culminados los trabajos y nadie asuma la responsabilidad.
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