La gente más golpeada por la naturaleza en Carapongo, Cajamarquilla, Chosica, San Juan de Lurigancho y otros distritos no se deja vencer por la adversidad, pese a no tener en muchos casos agua ni un techo dónde dormir.
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En un recorrido por zonas como el asentamiento Los Cañaverales (Chosica), donde las casas terminaron en medio del cauce, vecinos se sobreponen a sus propias necesidades para ayudar a quienes perdieron más que ellos. Y es que con la ayuda en víveres y alimentos que van llegando, importante pero insuficiente por la magnitud de la emergencia, la autoorganización se impone.
“Hemos preparado comida con cosas que han traído como donación o nosotros conseguimos para repartir a todos”, señaló Rocío Mamani, mientras reparte los platillos.
En Carapongo, por ejemplo, agrupaciones y voluntarios se dieron cita para apoyar al prójimo. Sin embargo, al pasar por sus rincones menos expuestos en la prensa se descubren a familias enteras que vive cada una un drama. Y no obstante también historias de solidaridad y humanidad ejemplares. “Hay familias de las zonas altas de los cerros que con los pocos recursos que tienen hicieron una olla común y trajeron comida. No les importa caminar casi una hora cogidos de sus ollas”, comentó una moradora.
Igualmente, muchos compartieron el agua que las autoridades hicieron llegar.
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