Trabajadores que volvían a casa, jóvenes que iban de fiesta, y señores que terminaban el paseo vespertino, " enloquecieron" cuando montó en el vagón del Metro de Madrid un cantante, de esos que recorren los subterráneos urbanos animando el viaje, a cambio de unas cuantas monedas y otras tantas sonrisas, entonando los acordes de La Bicicleta de Shakira y Carlos Vives.
Las más jóvenes del vagón se la sabían. Tarareaban. Poco a poco, se iban animando y la algarabía se abría paso. Era un sábado cualquiera en el Metro de Madrid, pero sonó Shakira y lo cambió todo.
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Y se armó la gozadera el tirmo contagiante de este ballenato mezcla con reggaeton. El cantante, divertido, les ofrece el micrófono, y las chiquillas no dudan un segundo en tomar el relevo. Pero ojo, que se anima una señora. Y otra.
Y un hombre que rompe la seriedad de la camisa con un ritmo pegadizo. Todo el vagón en pie. Todos sonrientes, todos de fiesta. Otro de los viajeros, Óscar, asiste a la escena, divertido.
Saca el móvil y comienza a retransmitir en directo por Facebook. Pasó lo que tenía que pasar cuando nos vemos reflejados en una situación cotidiana: casi un millón de reproducciones, 25.000 reacciones y más de 23.000 veces compartido. El vídeo, como en aquel spot de Metro de Madrid, voló.
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