Rosa Cárdenas/ Abad Ventura y Carolyn Moreno
La visita de Juan Pablo II a nuestro país es para muchos peruanos la experiencia más maravillosa de sus vidas. Ahora, con motivo de la canonización del Papa Peregrino, recuerdan su paso por estas tierras como un hecho sin igual que los marcó para siempre.
Para los trujillanos que estuvieron presentes en su llegada, en 1985, Karol Woj-tyla irradiaba santidad y transmitía paz y amor a los fieles.
“Todas las personas trataban de acercársele. Inspiraba amor y ternura. Siempre pedía a los jóvenes que no tengan miedo de mirar a los ojos de Cristo”, recordó Graciela Mulder, de la Asociación de Mujeres de Paz.
Para el alcalde de ese entonces, Luis Santa María, fue impresionante verlo. “Era un hombre muy sencillo y bondadoso. Transmitía mucha generosidad”, aseguró.
La iglesia aún conserva la habitación, la cama, toallas y el sillón que utilizó el Papa durante su paso por el Palacio Arzobispal.
“CAÍ DE RODILLAS”
Juan Pablo II dejó también un grato recuerdo en Arequipa, donde casi 300 mil fieles presenciaron la coronación de la Virgen de Chapi y la beatificación de Sor Ana de los Ángeles. Dante Zegarra aquella vez ocupó el cargo de Secretario Ejecutivo del comité organizador. Recordó que tenía un discurso preparado para el Papa, pero cuando le entregó dos ejemplares de su libro Monasterio de Santa Catalina de Sena de Arequipa y Doña Ana de Monteagudo, cayó de rodillas como si una fuerza mágica lo impulsara. “Me quedé mudo cuando lo vi, luego caí”, dijo el periodista.
Mientras tanto, el padre jesuita Jorge Carlos Beneito, representante del Arzobispado de Arequipa en la comitiva, contó que estuvo dos metros cerca del Papa.
“Cuando la seguridad mostró su preocupación para retirarlo de la explanada de la UNSA sin causar disturbios, yo sugerí que realicen una procesión de la Virgen de Chapi. Las personas se distrajeron y Juan Pablo se retiró sin problema”, relató.
FERVOR EN LA SELVA
En Iquitos, Nilo Zumaeta cuenta también cómo fue su experiencia y la de su familia al conocer al “Papa Charapa”.
“Cuando lo saludamos nos abrazó y acarició a mis hijos. Nilo, que en ese entonces tenía 10 años, llevaba la llave de la ciudad. Estaba junto a su hermana Celia, de 13. En la segunda estaban mis hijos Remigio y Lady Janeth y al final, mi esposa y yo. Le entregamos ofrendas. Noté que él estaba emocionado por la multitud. Nos pidió que oremos mucho. Me apretó fuerte la mano y sentí su fuerza. Fue un privilegio haber estado cerca de él”, aseguró.
Dice que los cuadros con las fotos del Papa estuvieron presentes en los momentos más difíciles que afrontó su familia.
“A raíz de la enfermedad de mi esposa, ella fue sometida a varias operaciones y sentimos que nos acompañó. En todas las intervenciones estuvo la mano de Dios y la de Juan Pablo II”.
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