
Su voz había sido el reflejo de su alma. "Hija, pronto nos veremos", dijo con un sollozo que contagió a todos. Pero recién entendemos que las palabras de doña Gilda Retuerto Nery eran un presagio que se cumpliría sin escapatoria, como una sentencia.
Doña Gilda, madre de la Muñequita Sally, falleció ayer, víctima de un atropello, en la misma carretera donde su hija, hace poquísimo, también perdiera la vida.
19:35 de la noche, kilómetro 39 de la Panamericana Norte. Las ruedas del tráiler con remolque de placa YI-4666 no pudieron detenerse a tiempo. Tres seis en la placa. ¿El diablo ahí? Quién sabe. Pero la muerte desplegó sus alas en la pista. Y se llevó a doña Gilda.
Ella, a sus 68 años, no había podido asimilar la partida de su hija, la niña de sus ojos, su muñequita, la sonriente Sally. Cuenta la familia, que mamá Gilda tenía los nervios malos desde el trágico accidente, que lloraba en silencio, que había caído en la depresión más grande e inevitable. Porque ninguna madre está preparada para decirle adiós a un hijo. Y ella sufría por eso. Sufría mucho. Como nadie.
La sedaban. Y recibía ayuda espiritual del Pastor de la iglesia Roca Viva. El último domingo, cuando sus hermanos en la fe le rindieron homenaje a su hijita Sally en el colegio Dios es Amor, doña Gilda sacó fuerzas de su corazón para cantarle a su niña. "Tú estás en el paraíso, pronto estaremos juntas". Solo nos queda confiar en que Dios siempre sabe lo que hace.
¿Por qué cruzó la pista?
¿Por qué lo hizo si frente a su casa y el colegio Dios es Amor hay un descampado? "La pena la mantenía algo ida", nos dijo un familiar. "Tenía diabetes y la veía un psicólogo, quizá tomó una fatal decisión", contó otro. El tráiler estaba cargado de explosivos para la mina Antamina, lo manejaba Max Espinoza, muy dolido por el accidente. Para todos es mejor aferrarse al consuelo que doña Gilda quizá vio a Sally del otro lado de la pista, fue hacia ella y hoy están juntas en el cielo. Amén.
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