Si es difícil controlar a un bebé terrícola, imagínate lo que es gobernar a un crío procedente de Kriptón. Deben haberle fabricado un corral de kriptonita, que irradia una emanación debilitadora para la gente —¿son gente?— de ese planeta. Así era fácil impedirle que se empeñara en destruir una ciudad en una de esas rabietas a que son propensos los bebés. O disolver con la mirada a mamá o a papá Kent cuando le impedían echar abajo un muro de una pescozada para coger un peluche prohibido porque mató la perra de un solo pisotón.
Similar solución debe haber adoptado Luisa Lane cuando hizo el amor con él después de varias décadas de abstinencia de cómic de los de antes de este destape, en que el sexo es ya lo de menos. Manuel Guédez la imagina haciéndose unas duchas con una infusión calculadamente diluida de kriptonita para evitar las consecuencias imaginables en un kriptonícola con superpotencia sexual.Hubo un ocioso que se dedicó a escribir los capítulos que se le olvidaron a Cervantes cuando escribió El Quijote. Así, alguien podría componer estos y otros episodios olvidados de Superman.
El Llanero derrochador
Ser héroe no es fácil y sale caro. El Llanero Solitario dispara balas de plata. No creemos que el indio Toro se las recoja luego del entrevero. Además, nos dolería mucho enterarnos de que, Toro, uno de nuestros héroes de infancia hubiese podido quedarse con algunas de esas balas. Aunque suponemos que Toro, como buen escudero, debe dispararlas de plomo. Pero, ¿cuánta fortuna debe tener el Llanero para gastarla en balas? Nadie habló de ello.
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